Tag Archives: felicidad

five hundred miles away from home

13 Nov

A principios de octubre llevamos más de mes y medio de clases. Eso significa que ya nos conocemos, hemos entrado en la rutina dentro de los cuartos y las casas, nos hemos acostumbrado a la convivencia, a nuestras clases, a un ritmo de trabajo, cada uno el suyo… Se han acabado las primeras semanas en las que todo el mundo es increíblemente interesante y simpático (o por lo menos más increíblemente interesante y simpático de lo normal), el trabajo comienza a amontonarse, escasean los días de buen tiempo y el campus parece hacerse más y más pequeño hasta que nos empezamos a revolver incómodos como bestias enjauladas hartas de estar sentadas una encima de la otra, lanzándonos de vez en cuando un mordisco. Un espectáculo nada bonito.

 Una nube en llamas. ¡De las que se comen, claro!

Vale, ahora mismo tengo en la cabeza la imagen de cinco hienas metidas en una jaula de cinco metros cuadrados, mordiéndose y arañándose las unas a las otras, así que quizá lo he exagerado un poco. Pero es cierto que la PBL de octubre llega como agua de mayo (toma ya refranero español, lo he buscado en google antes para asegurarme, eso sí). Las PBLs o Project Based Learning Weeks son semanas en las que en vez de ir a clase, participamos en distintos proyectos. La oferta es muy variada: tres días de yoga para los que quieran relajarse en el campus, un taller de cuentacuentos (ese grupo luego hizo un espectáculo muy bonito con cuentos de todo el mundo), seminarios sobre resolución de conflictos, mediación, entendimiento intercultural; simulaciones de las Naciones Unidas u otros juegos de rol para los apasionados de la diplomacia y el debate, una excursión a una granja o a un criadero de caballos para los interesados en la agricultura y el trabajo en el campo, y por último están las más orientadas al deporte y al ejercicio físico, que son mis favoritas. Por un lado, porque durante el resto del semestre no hago tanto deporte como me gustaría y estos últimos años me he aficionado más y más a algunos deportes al aire libre; y por otro lado, porque es una oportunidad de irme unos días del campus y no pensar en otra cosa que clavar los crampones bien en el hielo, o, como fue el caso este año, encontrar el siguiente agarre en la roca y no dejarme arrastrar por las olas.

 

La vista desde el acantilado que escalamos…

… y la playa desde la que nos lanzamos a las olas enfurecidas.

Este año, me fui cuatro días a escalar y surfear con el profesor de Física, Chris Hamper, y otros cinco compañeros: Andris (Latvia), Ingrid y Olve (Noruega), Fidel (Chile) y Jonah (Canadá). Salimos el lunes poco antes de mediodía, después de cargar la camioneta con tablas de surf, trajes de neopreno, cascos y arneses, cuerdas y pies de gato, agua y comida, ojeando con emoción las latas de chocolate en polvo y las bolsas de salsa de tacos pre-cocinada. Nos dirigíamos al norte: primero pasaríamos dos días y dos noches cerca de Stryn, una pequeña ciudad donde también nos quedamos durante nuestra semana de esquí el invierno pasado, durmiendo al aire debajo de un acantilado que escalaríamos durante el día, y después continuaríamos hasta Vestkap, uno de los mejores lugares para hacer surf, y nos quedaríamos en una pequeña casa rural.

Fueron unos días maravillosos, tan llenos de momentos divertidos, «koselig», intensos, satisfactorios, tantos paisajes preciosos, tanto viento y buena comida, que no sé por dónde empezar…

 

No fueron más que cinco segundo se sol, en serio, y hacía un frío que pelaba, pero me imagino que había que aprovechar.

Ingrid estimulando sus ideas.

El sitio donde estuvimos escalando me encantó. Había que subir una cuestecilla entre árboles y arbustos para llegar al acantilado, lo que daba una sensación de protección y de distancia a la carretera que se agradeció sobre todo al dormir, pero las ramas no nos quitaban la vista al fiordo y a las montañas de la orilla de enfrente, y cuando subíamos por la roca, podíamos darnos la vuelta de vez en cuando y observar al granjero que vivía justo al otro lado de la carretera conducir su pequeño tractor por los campos de cultivo. Tuvimos algunos momentos de sol y poca lluvia, lo que hizo nuestra estadía aún más agradable. Disfruté muchísimo volver a escalar algo que no fueran las pequeñas paredes equipadas con presas que tenemos en el colegio, y fue interesante probar otro tipo de roca. En Recuevas y en Gama, que es a lo que estoy acostumbrada, los agarres son más pequeños y se trata de colocar bien los pies, pegarse a la roca, encontrar el equilibrio… Este acantilado tenía grandes salientes y grietas, muy buenos agarres, pero a la vez muchas tripas que superar. Tenía que usar más la fuerza y no era tan fluido, ya que hacía grandes esfuerzos y una vez superado el paso, descansaba un momento los brazos. Era otra forma de considerar una vía de escalada. Si tuviera que elegir, creo que prefiero las vías en las que el esfuerzo es constante, donde puedes encadenar y subir muchos metros sin parar, pero este acantilado también me gustó un montón – era más alto que la mayoría de las paredes que he escalado hasta ahora, y de algunos pasos estoy bastante orgullosa, especialmente del momento en el que superé un saliente de esos que hace medio año miraba y pensaba «eso tiene que ser imposible». Intenté subirla varias veces sin conseguirlo, ya cansada de otras subidas, pero no quería bajar sin intentarlo. Estaba cada vez más frustrada, hasta el punto de morderme el labio y hacerme sangre (jo, que orgullosa estoy de mí misma…), pero después de no-sé-cuántos intentos, simplemente me dije «bueno, ahora lo haces», y «ataqué la roca» casi literalmente con uñas y dientes. Pegué un grito y estaba arriba – casi se me saltaron las lágrimas de alegría y orgullo. No porque pensara que el paso fuera muy difícil para un escalador, probablemente cualquiera con un poco más de fuerza en los brazos lo haría con relativa facilidad, sino porque sentí que realmente me había superado a mí misma.

¡Buenos días! – Lo primero que vimos después de una noche emocionante.

 

Ohhh…

¡qué alto!

Yuhuuuu

Anochecía ya bastante pronto, y alrededor de las seis empezábamos a preparar la cena. Había que bajar a la furgoneta y decidir qué paquete sacrificar de la caja de víveres, encender el fuego y cocinar lo que sea que habíamos elegido sobre una parrilla improvisada. Fueron perritos calientes y hamburguesas que devorábamos con hambre después de sobrevivir el día sólo con agua y bocadillos de queso. Bajábamos todos los días al centro comercial de Stryn, donde usábamos el baño, y en uno de esos viajes aprovechamos para comprar cebolla frita, ketchup y mostaza, así que los perritos calientes no estaban nada mal. De postre tuvimos también nubes semiderretidas y tostadas sobre el fuego – una delicia. Todo sabe el doble de bien si se come al aire libre, alrededor de un fuego, satisfecha con el día y contigo mismo, y en buena compañía… Nos íbamos a la cama bastante pronto. Total, no había nada más que hacer, y se estaba más calentito en el saco de dormir que fuera de él. El acantilado cubría lo justo para que no nos mojáramos con la lluvia, pero nos dejaba ver las estrellas cuando no estaba nublado, y así nos quedábamos mirando hacia arriba y hablando en susurros hasta dormirnos. Dormí genial, a mí me encanta lo de dormir fuera y despertarme sin alarma, con la luz y los sonidos de la mañana, aunque tengo que reconocer que la primera noche fue bastante emocionante. Justo cuando me estaba durmiendo, comenzó de repente un viento muy fuerte que revolvía la arena sobre la que dormíamos y arrastró las brasas que quedaban en e fuego, que comenzaron a volar alrededor de nosotros. Cuando nos levantamos a tratar de apagarlas, las colchonetas salieron volando. Al final sólo nos movimos un poco más hacia la pared del acantilado, nos apretujamos sobre las colchonetas que nos quedaban y lo dejamos todo para la mañana siguiente. Encontramos una colchoneta en un arbusto, una bolsa en un árbol un poco más allá y no perdimos nada importante, por suerte.

 

SOL

Paisaje rural desde arriba.

El miércoles por la mañana volvimos a meter todo en la furgoneta y emprendimos el viaje al Vestkapp. El viaje no se me hizo largo. El paisaje noruego es precioso, y disfruté del viento – en Flekke casi nunca hace viento. Además nos acompañaba Radio Norge, una emisora de radio que pone sólo clásicos: Bob Marley, Bob Dylan, Metallica, Guns’n’Roses, Pink Floyd, The Hooters… Bastante épico.

 

Un poco de nuestra banda sonora…

La cabaña en la que nos quedamos era encantadora. Desde ella se podía ver las montañas y un lago, tenía dos habitaciones, baño, un espacio diáfano que servía de cocina, comedor y sala de estar a la vez, con sofá y una televisión que ignoramos todos, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo. Desde ese espacio se subía una escalera in tanto inestable para llegar a una especie de balcón interior, directamente debajo del tejado, con otras cuatro colchonetas. Por supuesto, subí mi mochila enseguida y la puse con decisión sobre una de las colchonetas – no quería dormir en ningún otro sitio que no fuera ése. Me dormía con el sonido de la lluvia golpeando el tejado y a veces me despertaba por la noche porque el viento se había hecho más fuerte, y entonces cerraba la ventana y me quedaba escuchando…

 

Un cementerio precioso, aunque situado en un lugar un tanto macabro, justo encima de una de las playas de surf.

Durante la segunda mitad de la semana, el tiempo no acompañó tanto. Llovía, hacía mucho viento y las olas eran bastante fuertes y de alguna forma desordenadas. Era impresionante verlo, pero para hacer surf no eran las mejores condiciones, sobre todo para principiantes. Nos metimos en el agua el miércoles por la tarde y el jueves por la mañana (qué tortura ponerse el equipo, la camiseta interior, el traje de neopreno, botas y guantes y una capucha, especialmente cuando está mojado). No conseguí levantarme sobre la tabla más que unos segundos, pero la sensación cuando pillas bien la ola y sientes el tirón debajo de ti es genial, como si estuvieras volando, aunque estés tumbado o de rodillas. Una vez salí demasiado, y me vi atrapada en las olas. Venían tan seguidas que no tenía tiempo para pillar una y dejar que me arrastrara a la playa, y lo que avanzaba remando con los brazos lo retrocedía con la corriente. Al final logré llegar a la playa, usando toda la fuerza disponible, pero pasé bastante miedo.

Esta es la carretera que teníamos que bajar y subir cada vez que íbamos a surfear. ¿Quizá el cementerio era más por esto que por el surf en sí?

Volvíamos a la casa completamente exhaustos. Por suerte a Chris le gusta cocinar, y lo hacía tan rápido y bien y rechazando toda ayuda que era casi imposible echarle una mano. Acabábamos el día acurrucados en el sofá, leyendo Siddharta unos, un libro de economía el otro y mi colección de cuentos noruegos yo. La cena estaba deliciosa, y después casi no me podía mover, disfrutando de esa combinación maravillosa de cansancio físico, una ducha caliente, el estómago lleno y un cojín mullido en la espalda. Madre mía, la vida es un continuo sufrimiento, ¿eh?

El jueves por la tarde fuimos a la playa a echar un vistazo, y la visión de las olas rompiendo en la playa y el recuerdo de la sensación del neopreno mojado nos disuadió de volver a meternos en el agua. Pero como habíamos pasado algunas horas dormitando en la casa después de almorzar, no me apetecía volver enseguida, y decidí caminar los tres kilómetros de vuelta a la casa en vez de ir en coche. Se sumó primero Andris y acabó con Chris conduciendo solo…

 

Vestkapp

Realmente se notaba que estábamos más al norte que en Flekke. Las montañas no estaban cubiertas de árboles como lo están aquí, sino sólo de hierba y algunos arbustos desperdigados, y el paisaje parecía más expuesto, de alguna manera desgastado por el viento. Decenas de torrentes bajaban las montañas para desembocar en el fiordo a un lado o al otro y asemejaban venas o líneas dibujadas con tinta. No había muchas casas y la mayoría eran pequeñas, de una planta y se mimetizaban con los colores oscuros, viejos en los que estaba pintada la madera. Daban la impresión de agacharse para estar lo más cerca del suelo posible y evitar el empuje del viento. Creo que incluso las ovejas increíblemente lanudas que pastaban por todos los lados hacían lo mismo. Me gustó mucho la sensación de despejado en el mirador en el que paramos para «evaluar la situación», la humildad de las casas, la gama simple de colores: el blanco de las ovejas, el verde de la hierba, el gris del fiordo, las nubes y la carretera, y los tonos oscuros de las casas. Por supuesto, nos llovió, y llegamos empapados, aunque contentos.

 

Me tocó un grupo muy bueno: no conocía muy bien a ninguno de los primeros años, y Andris, el único segundo año que vino, es la mezcla perfecta de alguien con el que no paso mucho tiempo pero que me es familiar: fuimos a Ridderrennet juntos, estamos en las mismas clases de Biología e Historia… Me cae bien y nos conocemos lo suficiente como para que no sea incómodo ni tengamos que hablar todo el tiempo. Me di cuenta más tarde de que fuimos nosotros los que cortamos la leña para el fuego, los que subíamos y bajábamos la comida los días que pasamos en el acantilado… Creo que nos era más fácil trabajar en equipo por el hecho de haber pasado un año en el mismo sitio, trabajando de forma parecida. En resumen, tenía el espacio que necesitaba después de mes y medio de burbuja, y al mismo tiempo alguien con quien podía contar. También nos lo pasamos muy bien con Chris. Es uno de los profesores que prefiere mantener distancia con el campus y no saberlo todo acerca de nosotros, pero al mismo tiempo nos entiende bastante bien. Tiene un humor sarcástico y nuestras conversaciones sobre las leyes de la física, los agujeros negros, la seguridad social noruega y el sistema de bienestar durante la cena fueron muy interesantes y en ocasiones, cuando derivaban hacia gatos que brillan en la oscuridad y memorias de cuando nuestro colegio era mucho más relajado en cuanto a reglas, nos dolía la tripa no sólo de mantener la tensión sobre la tabla de surf, sino también de los puntuales ataques de risa.

 

Nosotros  (de izquierda a derecha: Olve, yo, Ingrid, Chris, Andris, Jonah y Fidel) por delante…

… y por detrás.

El semestre que viene tenemos dos PBLs, que los primeros años ocuparán con el curso intensivo de primeros auxilios y el Modelo de las Naciones Unidas. Durante la primera, yo estaré impartiendo el curso, ya que soy parte del grupo de primeros auxilios del colegio, y en la segunda me he apuntado para ayudar con la logística (hacer de guarda jurado, mensajero, etc.), ya que me apetece observar la simulación desde fuera y, a decir verdad, ver cómo se desenvuelven mis primeros años… Así que mis PBLs «de verdad» se han acabado. He tenido una suerte tremenda, conseguí mi primera opción en ambas y fueron experiencias increíbles, dos de las mejores semanas de estos dos años. El año pasado fue la expedición al glaciar y esta vez, una semana de escalada y surf, y aunque fueron dos excursiones muy distintas, en las dos aprendí mucho y las disfruté al máximo. Me alegro de estar segura de eso, porque ahora que estoy en la segunda mitad de mis dos años y me asalta a veces una sensación casi de despedida o de final, sé que no tengo una segunda oportunidad para mejorar o corregir… Esto es lo que hay, y estoy satisfecha con lo que he hecho.

Hoy es domingo. Ayer volvieron casi todos los viajantes. Gray me trajo chocolate Ritter Sport de Berlín; Mette, Mia y Kris tenían algunas buenas historias que contarme de Praga… Quien ha venido también es el invierno, con su habilidad de helarme la nariz en los dos minutos que tardo de la kantina a Denmark House y su manía de convertir las cuestas del campus en toboganes mortales, casi imposibles de superar. Con la primera helada nos damos cuenta de que todos los años empezamos de cero el apredizaje de mantener el equilibrio sobre él. Mañana comienzan las clases, y no tengo nada de ganas. Pero bueno, hoy Wiktoria y yo nos hemos dado cuenta de que teníamos que abrir cuatro puertecitas del calendario de adviento porque se nos ha pasado la fecha, y sólo quedan tres semanas y media para las vacaciones, endulzadas por el trozo de chocolate que nos toca cada mañana…

*P.S.: Algunas fotos son de Andris e Ingrid – ¡Muchas gracias!

nieve nieve nieve

20 Oct

«Vale, genial, aguanieve. Me muero de emoción», fue el comentario de los más sarcásticos. «Ya sabes lo que significa eso,¿no? ¡INVIERNO!» me amenazó Wiktoria, y algunos noruegos solamente sacudieron la cabeza y murmuraron algo como «Pfft, turistas…». Pero si realmente no se dejaron arrastrar por la alegría que causaron los primeros copos de nieve del invierno que cayeron por cinco minutos alrededor de la medianoche, mira, peor para ellos.

Sí, ya sé que tendré más que suficiente de esto en los próximos siete, quizá ocho meses, pero eso no quita que la primera vez sea muy emocionante. Estaba concentrada en la lectura de «The White Tiger», el libro que estamos analizando en inglés, y tenía la mente llena de rikshas, de olor a especias y de los hoteles y bares de Delhi, cuando comencé a oír gritos y risas fuera, levanté la mirada y vi los copos, no, los trapos cayendo fuera de mi ventana. Grité «¡está nevando!», cosa que no causó ninguna reacción en mis compañeras, y bajé corriendo las escaleras. Antes de abrir la puerta de Denmark House ya podía oír las risas y gritos de os latinos, para los cuales era la primera vez que veían nieve… Me abrazó Jimmy, de Costa Rica, después Alonso, Felipe… Muchos africanos estaban allí de pie, sin saber muy bien qué hacer, mirando maravillados hacia arriba, algunos asiáticos se sacaron una foto con el móvil… Y los segundos años nos empezamos a abrazar también, bromeando, pero sinceramente felices. Sí, ya lo habíamos vivido una vez, pero era uno de esos momentos en los que los recuerdos del año pasado se mezclaban con lo que estaba sucediendo a nuestro alrededor, que era similar y al mismo tiempo completamente diferente. Uno de esos momentos que se graban en la memoria.

Foto de Tian Ge (China)

Es el comienzo del invierno, un invierno que traerá mucho, mucho frío, que cubrirá de hielo rampas, escalones y carreteras, que casi no nos dejará ver el sol en meses… Pero mientras mirábamos hacia arriba, hacia el remolino de copos, y atrapábamos algunos con la lengua, sólo pensábamos que también vendrán las guerras de bolas de nieve, el patinaje sobre hielo, el sonido del hielo resquebrajándose sobre el fiordo, las noches de luna, en las que sales del cine y el campus parece espolvoreado con azúcar en polvo, los enormes cristales de hielo, la Navidad…

Ahora ha vuelto la lluvia, pero para mí esos cinco minutos han sido como una promesa, un avance de la belleza que sustituirá a esta lluvia, que ya me está cansando un poco…

y allí en noruga, ¿no te deprime el frío y la oscuridad?

12 Oct

Kristoffer (Dinamarca) y yo delande del edificio de ciencias (¡esto es lo que vemos cuando desviamos un poco la mirada durante las clases!) el sábado pasado. Otra mañana regalo del viento del norte. La foto es de Mette, también de Dinamarca.

A pesar de los abetos que cubren las montañas alrededor de Flekke, y que «son tan verdes en verano como en invierno, cuando nieva» (preguntad a lo alemanes por su «O Tannenbaum, O Tannenbaum»), sí se nota la diferencia con las tonalidades frescas del verano…

Sol, sol, sol. Hace un día tan espléndido en nuestro fiordo que incluso el peregrinaje de las sábanas es un placer. Desde que han abierto el nuevo edificio de mantenimiento un poco más alejado de las casa, ya no cambiamos nuestras sábanas en Uncle Tom’s Cabin, sino que tenemos que andar un poco más lejos. Un corriente constante de peregrinos, cada uno con su saco blanco a la espalda a la ida (las sábanas metidas en la funda de la almohada) y un taquito impecablemente doblado en las manos a la vuelta, pasa debajo de mi ventana todos los miércoles. Un miércoles es a gente de Norway, Sweden y Finland House, el siguiente somos nosotros de Denmark House y nuestros vecinos de Iceland House. A mí personalmente no me importa andar, es más, me gusta, especialmente cuando hace un tiempo como hoy. Cielo azul, sol, un poco de viento fresco y unas nubes blancas y algodonosas como ovejitas, por una vez nada amenazantes. Kristoffer me estaba explicando hace un momento que hoy hace buen tiempo porque sopla el viento del Norte, y es un viento seco y frío, al contrario que el viento del suroeste que sopla normalmente y que nos trae esa capa pesada de nubes grises y los chaparrones de los últimos días. Mira que siempre nos reímos de los estudiantes de Environmental Systems por ser no ser una «ciencia de verdad», ya que en principio es una asginatura pensada para estudiantes más enfocados en las humanidades, pero a veces parece que aprenden más cosas útiles para la vida…

Las de esta semana han sido unas lluvias torrenciales, incluso ha granizado. Somos conscientes de que días de sol como hoy son un milagro, un regalo antes de que venga el invierno largo, oscuro y frío, que ya se puede oler en el aire y que nos empieza a retrasar los amaneceres. Son las últimas oportunidades de dar un paseo a la isla tranquilamente, o sentarse delante del edificio de ciencias, en el embarcadero, de cenar fuera, de llevarse los libros y ocupar una de las rocas en las que rompen las olas de miniatura, de ponerse un vestido de verano y pintarse las uñas de los dedos de los pies para despedir las sandalias, de abrir la ventana y de escuchar la música de Sweden House 201 durante el peregrinaje, que varía desde los clásicos del colegio a Vivaldi, del hip-hop a los Ramones… Así que aprovechamos bien estos días que nos ofrece el Viento del Norte. Hoy después de limpiar la habitación me fui con Bennie a Flekke, y cuando superamos la colina a la entrada del campus, pasamos la primera curva y vimos los valles con sus pequeñas granjas, las ovejas pastando a la orilla del fiordo y el lago al otro lado de la carretera, todo bañado por el sol de la tarde me di cuenta de lo mucho que me guste este sitio. A veces tengo la sensación de estar encerrada, a un lado roca, al otro el fiordo, y por encima las nubes y una masa de trabajos y exámenes, de relaciones complicadas y pequeños dramas que en ocasiones casi me aplasta. La burbuja se ma hace demasiado pequeña y tengo ganas de irme, de hacer otras cosas… Pero en días como éste sé que de alguna manera lo conseguiré, y que en realidad, como diría mi padre, todo es nada (en el buen sentido de la expresión), de que hay un montón de cosas que disfrutar y vivir aquí, de lo contenta que estoy de estar en Flekke y no en otra parte, y con estas doscientas personas y no otras. Y de que mi ventana de al fiordo.

d

d

   Hablando de ventanas…

d

d

 

d

d

d

d

d

Caminé con Bennie hasta Flekke Shop, y vuelta, y aunque a veces nos caían un par de gotas que quizá se confundieron de valle, aunque teníamos el anorak de invierno puesto y se nos enfriaron las mejillas, fue una tarde maravillosa. Se me había olvidado la cámara, siempre me da una rabia tremenda, y cuando llegamos al campus, salí otra vez para hacer algunas fotos. En realidad pensaba subir al blog las fotos de mi PBL, de mi semana de escalada y surf, pero al final me ha salido este torrente de palabras… Igual que las fotos nunca captan los tonos exactos de los árboles otoñales, los matices cálidos de la luz y mucho menos la sensación del sol sobre la piel, creo que por mucho que escriba, no voy a poder transmitir la felicidad que flota de casa en casa, por las calle principal del campus, se cuela por las ventanas y agita un poco las cortinas de las camas… De forma que lo dejo así – espero que os gusten las fotos, que no os parezcan aburridas. ¡A ver si consigo subir las de la PBL hoy también!

Flekke. No sé si soy yo y mi tamaño de hobbit por el que soy conocida entre mis amigos nórdicos, o esto podría ser la Comarca. Una cueva por aquí y un trol por allá (aunque quién dice que no estén ya por ahí…)

¡Estamos aquí, estamos aquí!

una vista al fiordo

25 Ago

Es difícil sentarse en mi rincón durante más de veinte minutos, por muy bonito que sea. Esta lleno de dibujos de Uli y de postales, tengo un sillón y una silla de escritorio con ruedas. Mi ventana da al fiordo y me hace sentir como una reina vikinga, oteando el horizonte, esperando el regreso de los barcos, y encima de mi cama se abre un enorme cajón en el que me tengo que meter para alcanzar el fondo. ¡Soy un segundo año!

Estos días son sencillamente maravillosos. Encuentros y reencuentros, bienvenidas, encontrar en las cajas regalos y sorpresas inesperadas, ver cómo las esquinas y ventanas vacías se llenan lentamente de lámparas de lava, dibujos, altavoces, material de escritura, tazas de té y paquetes de fideos precocinados…  De nuevo parece que en vez de una semana han pasado dos meses, y hay mucho que contar y poco tiempo.

Cuando no estoy decorando nuestro cuarto con Wiktoria (Noruega) y Olga (Finlandia), mis nuevas compañeras de cuarto y coaños, o tomando un té juntas para dar la bienvenida a Sangita, nuestra compañera recién llegada de Nepal, estoy haciendo la ronda por las habitaciones de nuestros primeros años latinos y germano-parlantes – de ambos tenemos muchos este año y eso nos hace mucha ilusión. Cuando no estoy nadando a la isla en el medio del fiordo con otros aficionados al agua fresca, estoy hablando durante dos horas sobre mi clase de matemáticas… Desde el lunes, que pasamos esperando emocionados a los primeros años, recibiendo cada autobús desde las nueve de la tarde hasta las cuatro de la mañana con una explosión de alegría, gritos, colores, pacartas, vuvuzelas, sonrisas y abrazos, hasta una última ronda a las cartas en el Dayroom de Iceland House, desde un paseo con mi primer año Alberto hasta una conversación espontánea con Max, de Dinamarca, en medio de la más ruidosa de las reuniones latinas, desde aprender a partir una manzana con las manos de una chica de Latvia hasta dejarle un regalo de bienvenida a mi amiga secreta Ieva, de Lituania…No he parado de conocer a gente interesante, divertida, confundida, tímida, curiosa… Y yo no podría ser más feliz. Viendo la cola en la cantina, disfrutando de una ajetreada sesión de limpieza en la casa, esquivando a un noruego pasando en skateboard a tu lado que después te encuentras durmiendo en tu cuarto, en la cama de su segundo año después de una reunión de noruegos, te das cuenta de que este sitio necesitaba gente nueva, y que bueno, va a ser un año genial. Todavía nos faltan algunos por llegar, como mi compañera de cuerto Sukeji o Peace, de Sudán, pero seguro que estaremos completos muy pronto…

También es interesante estar «al otro lado». Muchas de las actividades han sido orgnizadas exactamente igual que lo fueron el año pasado, y es surrealista descubrir que ahora estas bailando y tonteando con los latinos en la misma reunión en la que hace un año estabas sentada en el sofá, confundida y sintiéndote profundamente europea. Puedes ver tus emociones pasadas, reflejadas en las caras nuevas como en espejos: la curiosidad, la confusión, el estar descolocada, la emoción, el casancio y los nervios. Da un pequeño pinchazo de melancolía, porque sabes que eso ya no te toca a ti, pero sobre todo es agradable descubrir que sí estás preparada para contestar las innumerables preguntas, calmar los nervios, acoger a los descolocados y demostrarlos que son bienvenidos. No me siento como uno de los segundos años que tanto admiraba el año pasado, pero sí como alguien que puede echar una mano con la colada, o puede decirte donde hay la mejor conexión de internet en el campus y, por supuesto, sabe la diferencia entre el nivel alto de matemáticas y el medio.

Muchos segundos años nos comentaban que las relaciones entre los distintos años van en ciclos, como muchas cosas en el colegio, y que como grupo, ellos se sintieron más cercanos a sus segundos años, y que por eso no fuimos un bloque tan unido el año pasado. Según esta teoría, que para mí tiene sentido, nos toca a nosotros acoger a los primeros años de la mejor forma posible y romper esa barrera entre primeros y segundos años. Las amistades de persona a persona fueron maravillosas igualmente el año pasado, y a pocas personas me sentí más cercana que a Rafa, de Venezuela, que ahora me escribe desde Brown, pocos me han cuidado como mis compañeras de habitación Anyuri y Sophie, o me han tomado tanto el pelo como Mitch, de Canadá. Pero sí es cierto que me siento al mismo nivel que los primeros años en todos los aspectos, menos en algunas experiencias, más de lo que hacía con ls segundos años el otoño pasado. Quizá es por la edad, que en ocasiones me acerca más a los primeros años que a mis coaños, o la enorme lección de humildad que me ha dado este sitio, o la sincera alegría de conocerlos a todos… Y si ahora todavía escucho murmullos y risas de nuestro Dayroom, puede ser que nuestros segundos años tuvieron razón…

Sólo una cosa es más emocionante y satisfactoria que hablar media hora con Diego, de Bolivia, que ha llegado hoy, o hablar todos los idiomas que conoces en diez minutos con un danés simpático, o colgar las bnderitas budistas de Sangita encima de nuestra puerta, y es sentarse al lado de un segundo año y encontrarte al poco rato en una conversación intensa que podrías continuar para siempre. Ya sea en mi cama con Rodrigo hasta las cuatro de la mañana sobre la vida y la filosofía, el sabotaje del subconsciente y el alcance de una sabiduría perfecta justo antes de la muerte; con Víctor en frente del horno mientras se tuestan nuestros bocadillos de queso, sobre las aventuras y desventuras de este verano; con Gareth dando un paseo por la calle principal del campus; con Katu mientras quemamos y sellamos las puntas de las cuerdas para las bolsas de la colada de nuestros primeros años, con Romy sentadas en el mostrador de la cocina de la casa de Bennie en Oslo sobre chicos, por supuesto… Ha sido inesperado, pero muy gratificante que sentir las amistades se han hecho más fuertes y seguras durante el verano, la confianza única que suerge de un año de convivencia, de anécdotas y experiencias… No sólo con los amigos cercanos desde el principio, sino también con otros que de repente se han convertido en ellos. Me he dado cuenta de lo bien que nos conocemos, y de lo sinceros que en muchos casos esto nos hace ser los unos con los otros. Es una sensación maravillosa.

Ahora me iré a dormir, que mañana me toca pintar las bolsas de la colada con los primeros años de Denmark House. Después vendrá la película del viernes, el primer café en Snikkarbua, la fiesta del sábado… Casi me dan ganas de saltar de la cama y empezar lo antes posible.

Un beso desde Denmark House 203, desde la ventana iluminada por la lámpara naranja, desde Flekke, un pueblo pequeño, pero grande… ¡Mañana, fotos!

sauna-life

21 Ene

Tener la piscina a dos minutos de casa es un gusto, y un placer enorme cuando encima tiene una sauna. Hoy después de hacerme mis cincuenta largos (tengo que presumir un poco mientras me duren los propósitos de año nuevo), entré en la sauna y había cinco mujeres, ya de cierta edad (pero llevada muy bien), que acababan de terminar su clase de gimnasia acuática en la piscina de agua caliente (podía oir la música entre un largo y otro) y charlaban animadamente en noruego. Cuando entré yo, lejos de producirse un silencio incómodo, cambiaron en seguida al inglés y me preguntaron si era del colegio, de dónde era… y acerca de mi maravilloso bañador, que hace pensar a la gente que soy nadadora profesional. Cuando les expliqué que servía muy bien para nadar en el fiordo, me contaron acerca de un club de mujeres en Dale que se bañan todas las semanas, sin importar temperatura ni fenómenos meteorológicos, en el fiordo que tienen al lado de casa. Por lo visto se trata de un club “de élite” al que hay que enviar una petición de entrada y pasar un escrutinio para ser aceptada, pero aún así me hace cierta gracia la idea… La conversación pasó por las distintas experiencias acuáticas de cada una de nosotras, y yo estaba maravillada por la facilidad con la que habían cambiado a otro idioma que usaban incluso entre ellas (algo que no ocurre siempre en el colegio) y que no había ralentizado la conversación en absoluto, lo amigables que eran y la complicidad de aquella habitación calurosa y húmeda. Una de ellas, que por lo visto es bióloga o algo similar, nos contó de sus estudios sobre las poblaciones de medusas en el Mar Negro, que entran con los barcos que pasan por el estrecho de Bósforo y son una auténtica plaga, y así llegamos a hablar sobre trabajos y estudios. La bióloga y otra mujer trabajan en el centro de arte de Dale, que parece desarrollar bastantes proyectos interesantes. En este punto de la conversación, se fueron saliendo las demás mujeres, que habían pasado allí más tiempo, y quedamos solas yo y la otra mujer del centro de arte. Le pregunté más acerca de su trabajo y resulta que…

Ella se llama Cécile Belmont y es francesa. Ha vivido en París, pero también en Buenos Aires y Berlín tiempo suficiente como para hablar ambos idiomas perfectamente. Es artista y trabaja sobre todo con la fotografía, y ahora ha venido a Dale por tres meses con una beca. No sé si a vosotros no os llaman la atención ciertas similitudes con otra persona… El caso es que como parecía simpática y entre todas habían despertado mi curiosidad acerca del centro de arte de Dale, quedamos en que le escribiría para que ella tuviera mi dirección de correo electrónico y me pudiera mandar de vez en cuando el programa del centro.

 

Salí de la piscina de muy buen humor. Con lo aislados que estamos aquí, siempre se agradece hablar con una persona “normal”, una persona de fuera de la burbuja, y charlar con todas esas damas noruegas en la sauna, y encontrarme entre ellas a una artista francesa que habla los mismos idiomas que yo y parece interesante, ha estado genial.

No sé si os acordáis de la entrada que escribí el agosto pasado, cuando todavía vagueaba y disfrutaba de la buena vida tumbada al sol a las orillas del fiordo, sobre la visita que recibimos de una tocaya mía (casi tocaya), de madre alemana y padre español. Fue algo parecido. Estás a lo tuyo, que si piscina, deberes, actividades, amigos, y de repente las moiras que hilan tu destino te ponen delante de las narices a una persona que tiene muchísimas cosas en común contigo. O a personas que no podrían tener menos, pero que te hacen sentir bienvenida en una sauna.

Os dejo el link a la página web de Cécile y del centro de arte:

www.cecilebelmont.com

www.nkdale.no

Detalle de Avoir un coup de pompe

de la colección Between dog and wolf,

en la que Cécile Belmont escoge dichos populares franceses y representa su significado.

«»Avoir un coup de pompe» significa en español «tener un bajón de ánimo».

=)

20 Ene

Tengo una nueva legión de lectores. De lectores un poco obligados, quizá, pero a la vez entusiastas: los estudiantes de Español Ab Initio/Español B. Todo empezó porque Karolina se sentó en la silla delante de mi escritorio esperando a que yo acabara en el baño, y yo tenía el ordenador abierto, porque estaba escribiendo la última entrada de mi blog. Como hay confianza, comenzó a leer la entrada y muy ilusionada, me dijo «¡Lo entiendo! ¡Lo entiendo!». Fue entonces cuando se me ocurrió que para la clase de Mariano, mi blog podría ser una buena herramienta. Al fin y al cabo, entre las fotos que subo y que lo que cuento son las cosas en las que ellos mismos están involucrados, es muy fácil adivinar el significado de alguna palabra suelta que todavía no ha aparecido en las listas de vocabulario. Además, ¿no es una motivación encontrar de vez en cuando un nombre conocido entre las líneas? ¿Iguak incluso el de uno mismo? Con lo curiosa que es la naturaleza humana… El caso es que Karolina se lo comentó a Mariano y le pasé el link…

Me hace muchísima ilusión cuando algunos se acercaron y me contaron que habían echado un vistazo a «ylvi im netz». Prince me dijo «Hemos leído tu blog», en un español digno de oírse, y a Gray le hizo gracia que hubiera subido nuestras fotos de la excursión al glaciar.

¡Os deseo a todos mucho ánimo y que os divirtáis! Y yo tendré que empezar a tener cuidado con lo que escribo, ¿no?

Un beso desde Flekke a Flekke, para variar.

intermedio espontáneo

20 Oct

Una sola nube, que únicamente consigue oscurecer el día por diez minutos, lo cambia todo. Gente saliendo de las clases, gritos desde la kantina hasta las casas, abrazos, risas, casi lágrimas, carreras sin camiseta, fotos, bailes, lenguas tratando de cazar un copo, alegría, belleza, emoción, incredulidad, bocas abiertas de asombro, un intento de bola de nieve…

La primera vez para algunos, para otros algo muy normal que aquí  de todas formas es completamente diferente. El hecho de compartirlo con alguien que lo observa maravillado, sin creerlo apenas lo convierte en irrepetible.

Después, sol otra vez, como si nada hubiera pasado, y volvemos al House Cleaning, a los deberes, al ordenador. ¿Como si no hubiera pasado nada? No del todo. Está nevando otra vez, se está de mejor humor, la agenda ya no parece tan llena y el exámen de matemáticas, no tan difícil. Tenemos ganas de mirar por la ventana, de té, mantas y de jugar a un juego de cartas alemán con Meta y Rosana. Apetece planear las vacaciones de Noviembre y de Navidad, acordarse de las galletitas y de velas. ¿Y por qué no? Total, no tenemos nada mejor que hacer, ¿no? ¡Está nevando! Son copos grandes y numerosos, amenaza guerra de bolas de nieve…

Manos a la obra

10 Sep

Me contaba Irene que en Flekke, los viernes son los días en los que la gente se va pronto a la cama en vez de salir de fiesta, porque todos están exhaustos después de una semana de trabajo intenso. Pues es cierto: aquí estoy, a las diez y media ya en pijama y con la cortina cerrada. Este fin de semana necesito energía, hay un montón de cosas que hacer: además de los deberes, lo más importante es preparar nuestro número para el «first year show», que ha sido seleccionado y que es bastante trabajo. Ya os contaré cuando lo hagamos…

Atención, no aparcar. Avisamos grúa.

Me voy a la cama cansada, pero contenta, muy contenta. Esta tarde he tenido mi primera hora de la actividad de construcción de barcos, y de verdad tengo la sensación que va a ser fantástico. Primero el lugar: tenemos un taller para nosotros, diáfano, todo hecho de madera clara y con una salida de garaje al fiordo, por la cual hoy entraba toda la luz del sol. Allí también está el barco original, un barco típico de la zona, de principios del s. XVIII, que utilizaba el sheriff para llegar de un lado para otro. Es para cuatro remeros, tiene unos seis metros de largo y se le puede poner un mástil para una vela. El «maestro carpintero» también me ha convencido. Se llama Ove Losngård y tiene bastante experiencia en el trabajo con madera y en la construcción y restauración de barcos en particular. Es tranquilo, pausado y realmente parece saber lo que hace. Mis compañeros tampoco están nada mal: son Mitch (Cánada), Matthew (Estados Unidos), Naomi (Hong Kong), Halfdan y Wiktoria (Noruega). Se os han unido muchos profesores, no sé si para la introducción o porque tienen las mismas ganas de construir un barco que yo. Hay que reconocer que es un projecto que apetece.

Hoy no había mucho que hacer: hemos sacado otro barco fuera, para hacer sitio, y observado con detenimiento el original, mientras Ove nos señalaba algunas partes importantes o características, cuyos nombres iremos aprendiendo poco a poco. En noruego, por supuesto. Al final, Ove nos hizo un pequeño boceto de cómo empezaremos, y ha sido muy emocionante ver cómo el barco aparecía poco a poco en el papel. ¡En mayo lo tendremos delante de nuestros ojos! Sólo con pensar que podremos salir a remar en nuestro propio barco antes de que acabe el curso nos hizo sonreír de oreja a oreja. Un paso más hacia convertirme en una auténtica vikinga, si no lo soy ya.

El barco original, y la luz en el taller.

Durante la Semana de Proyectos que tenemos en octubre, uno de las opciones será un taller acerca de «cortar cuellos», una técnica de nombre bastante macabro relacionada con la construcción del barco. Si participo, me perdería la oportunidad de vivir en silencio durante una semana en un lugar de la costa, idea que también me atrae un montón. ¿Qué voy a hacer? Las elecciones son una de las cosas más duras por aquí.

También estoy contenta porque he saltado al fiordo, después de dos semanas en las que he abanonado mi ritual y he tenido la sensación de traicionarme a mí misma. Y estoy contenta porque Meta y yo hemos llevado a cabo nuestra performancia de tejer durante el foro de debate, en el auditorio. Ha sido divertido y productivo, al mismo tiempo en la longitud de la bufanda como en el aprendizaje sobre la situación actual en Irlanda y Venezuela, sus motivos y consecuencias. Muy estimulante.

Estoy contenta porque he recibido muchos comentarios, y los he visto todos cuando he abierto la bandeja de entrada de mi correo electrónico. ¡Gracias, chicas!

Me voy a dormir. Quizá no oigáis mucho de mí estos días, hay tantas cosas que hacer… Por cierto, el mismo fin de semana de nuestra actuación, tengo un curso intensivo de líder de canoa. Sólo había nueve plazas y no me hubiera ni enterado si no hubiera sido por Karolina, que me inscribió en cuanto lo vió. Eso sí que es una buena amiga…

Buenas noches. Quizá no leáis mucho de mí