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21 Ene

Tener la piscina a dos minutos de casa es un gusto, y un placer enorme cuando encima tiene una sauna. Hoy después de hacerme mis cincuenta largos (tengo que presumir un poco mientras me duren los propósitos de año nuevo), entré en la sauna y había cinco mujeres, ya de cierta edad (pero llevada muy bien), que acababan de terminar su clase de gimnasia acuática en la piscina de agua caliente (podía oir la música entre un largo y otro) y charlaban animadamente en noruego. Cuando entré yo, lejos de producirse un silencio incómodo, cambiaron en seguida al inglés y me preguntaron si era del colegio, de dónde era… y acerca de mi maravilloso bañador, que hace pensar a la gente que soy nadadora profesional. Cuando les expliqué que servía muy bien para nadar en el fiordo, me contaron acerca de un club de mujeres en Dale que se bañan todas las semanas, sin importar temperatura ni fenómenos meteorológicos, en el fiordo que tienen al lado de casa. Por lo visto se trata de un club “de élite” al que hay que enviar una petición de entrada y pasar un escrutinio para ser aceptada, pero aún así me hace cierta gracia la idea… La conversación pasó por las distintas experiencias acuáticas de cada una de nosotras, y yo estaba maravillada por la facilidad con la que habían cambiado a otro idioma que usaban incluso entre ellas (algo que no ocurre siempre en el colegio) y que no había ralentizado la conversación en absoluto, lo amigables que eran y la complicidad de aquella habitación calurosa y húmeda. Una de ellas, que por lo visto es bióloga o algo similar, nos contó de sus estudios sobre las poblaciones de medusas en el Mar Negro, que entran con los barcos que pasan por el estrecho de Bósforo y son una auténtica plaga, y así llegamos a hablar sobre trabajos y estudios. La bióloga y otra mujer trabajan en el centro de arte de Dale, que parece desarrollar bastantes proyectos interesantes. En este punto de la conversación, se fueron saliendo las demás mujeres, que habían pasado allí más tiempo, y quedamos solas yo y la otra mujer del centro de arte. Le pregunté más acerca de su trabajo y resulta que…

Ella se llama Cécile Belmont y es francesa. Ha vivido en París, pero también en Buenos Aires y Berlín tiempo suficiente como para hablar ambos idiomas perfectamente. Es artista y trabaja sobre todo con la fotografía, y ahora ha venido a Dale por tres meses con una beca. No sé si a vosotros no os llaman la atención ciertas similitudes con otra persona… El caso es que como parecía simpática y entre todas habían despertado mi curiosidad acerca del centro de arte de Dale, quedamos en que le escribiría para que ella tuviera mi dirección de correo electrónico y me pudiera mandar de vez en cuando el programa del centro.

 

Salí de la piscina de muy buen humor. Con lo aislados que estamos aquí, siempre se agradece hablar con una persona “normal”, una persona de fuera de la burbuja, y charlar con todas esas damas noruegas en la sauna, y encontrarme entre ellas a una artista francesa que habla los mismos idiomas que yo y parece interesante, ha estado genial.

No sé si os acordáis de la entrada que escribí el agosto pasado, cuando todavía vagueaba y disfrutaba de la buena vida tumbada al sol a las orillas del fiordo, sobre la visita que recibimos de una tocaya mía (casi tocaya), de madre alemana y padre español. Fue algo parecido. Estás a lo tuyo, que si piscina, deberes, actividades, amigos, y de repente las moiras que hilan tu destino te ponen delante de las narices a una persona que tiene muchísimas cosas en común contigo. O a personas que no podrían tener menos, pero que te hacen sentir bienvenida en una sauna.

Os dejo el link a la página web de Cécile y del centro de arte:

www.cecilebelmont.com

www.nkdale.no

Detalle de Avoir un coup de pompe

de la colección Between dog and wolf,

en la que Cécile Belmont escoge dichos populares franceses y representa su significado.

«»Avoir un coup de pompe» significa en español «tener un bajón de ánimo».

otro encuentro de tercera fase

1 Ago

Hoy al salir de la Kantina, después de cenar (a las seis y media, más o menos), se me acercó Kiwi/Sophie, que justo a Kath es coordinadora del curso, y me dijo que tenía una sorpresa para mí. Una sorpresa que dentro de poco vendría andando hacia la Kantina. Como no podía esperar, yo fui caminando en dirección contraria, hacia Sweden House, donde nos alojamos, y vi de lejos un grupo de personas que me hacía señales y me llamaban. Eran algunos de mis coaños, que rodeaban a una pareja de «forasteros» y enseguida me abrumaron con una avalancha de información: «¡Mira Lea, otra Lea, y es igual que tú!» Yo sólo veía a un hombre con una niña de alrededor de un año y pico en brazos, rubia, rubia, rubia, y una mujer al lado con un carrito para niños. Ya cuando el hombre empezó a hablar español, se me hizo un nudo en el cerebro. Pero es que resulta que su hija, esta chica tan pequeña, se llama Lia (no sé si escrito así) y así me llama aquí la mayoría de la gente. Él es de Burgos y ha sido durante algunos años profesor y monitor en el colegio. Se llama Juan. Su chica se llama Marie y es alemana, de cerca de Berlín, y también había trabajado en el colegio. Han sido un montón de coincidencias juntas, y nos hemos reido los tres un rato. Si es que el mundo es un pañuelo, y el mundo de los CMU todavía más. ¡Un beso para Marie, Juan y Lia, y felices vacaciones en Flekke!