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Jul på RKN

10 Ene

Uno de los motivos por los que os he tenido tan abandonados estas últimas semanas, a la merced de la desinformación y quizá pensando que había muerto de frío, que no había conseguido sobrevivir los 14 ºC bajo cero que tenemos aquí en las horas más calurosas del día, han sido las celebraciones navideñas, que hemos explotado al máximo, en parte como excusa para alejarnos de los libros en nuestras útimas semanas de clase.

Nuestro German-Club: a los lados nuestras alemanas auténticas, Meta (izquierda) y Angelika (derecha), en el centro los añadidos: nuestro sueco rubio-casi-blanco Axel, Ben, de Croacia, yo y Rosana, de Palestina. Todos con nuestras mejores galas en la cena de Navidad.

Sobre todo el German- Club ha destacado, tanto por el despliegue de acciones navideñas como la productividad de las mismas: aprovechando que Maret, la mujer de uno de nuestros profesores de Matemáticas, es alemana y pone a nuestra disposición su casa, hicimos varias sesiones de repostería, cuyo resultado final fue una magnífica casa de galleta, como la que tenía la bruja en el cuento de Hänsel y Gretel, decorada con ladrillos de nueces, tejas de almendras, ventanas de glaseado, florecillas de azúcar y habitantes de gominola. Aunque luego quedó tan bonita que nos dio pena comerla, seguimos la tradición noruega y Angelika blandió con valor el martillo y la destruyó de un solo golpe, lo que nos permitió disfrutarla sin remordimientos. Desde luego, me quedo con la pareja que Meta colocó al lado de la puerta, ataviados con la vestimenta típica bávara. La comida hecha arte.

Proceso de construcción en dos pasos documentados

Decoración masiva de paredes y tejados, imposible sin el material de construcción que trajo Meta desde Alemania: bolitas de colores, tubos de glaseado para escribir, almendras, nueces, gominolas…

Maret y Angelika se ocuparon del delicado proceso de pegado con ayuda de un cemento muy dulce y un sofisticado sistema de sujeción.

Resultado final

Los hombres de gominola vestidos con trajes bávaros de Meta, los habitantes perfectos para nuestra casita.

Angelika y yo, no contentas con esto, usamos la receta y los ingredientes enviados desde casa para intentar reproducir las famosas a la par que deliciosas galletas de chocolate y licor de Andrea, algo que, además de amasar, desmenuzar y mezclar, implicó ir a casa de Mariano, un profesor de español argentino que es el responsable de la casa en la que vive Angelika, para preguntarle (descaradamente) por alcohol. Una de las desventajas de vivir en un campus sin alcohol es encontrarse con las manos en la masa (literalmente) y sin el chorrito de licor necesario. Menos mal que Mariano tiene sentido del humor, aunque sólo pudo darnos aroma de ron, que usamos generosamente («total, no es alcohol de verdad…») lo que proporcionó a las galletas un sabor un poco más fuerte de lo deseado…

El calendario de adviento

Además de nuestra actividad pastelera, nos hicimos un calendario de adviento, una cuerda tendida de una punta a la otra de mi esquina (tuve la suerte de ser elegida como «guardiana» por la comodidad de mi habitación y el elevado número de germano-parlantes en nuestra casa) y que con el peso de todos los saquitos se bajaba cada vez más y me rozaba la coronilla cuando estaba sentada al escritorio, haciéndome compañía. Cada uno recibimos un regalo de cada uno de los demás, y aunque acabamos abriendo nuestros paquetes antes de tiempo como los niños curiosos a los que Papá Noel no les trae nada, fue muy divertido. Así que nos animamos y le hicimos uno a Maret, que le gustó mucho.

Maret, feliz poseedora de un auténtico calendario de adviento UWC. Más variado, imposible.

La aportación nórdica a las celebraciones fue una preciosa procesión en la mañana de unos de los primeros días de diciembre: en los países escandinavos es muy importante el día de Santa Lucía, en el que las chicas se visten de blanco y se elige a una, que encabeza la marcha llevando una corona de velas, mientras cantan canciones navideñas y reparten dulces. La verdad es que quedó muy bien, y el parecido de los chicos, que llevaban capirotes blancos, a miembros del Ku Klux Klan, sólo la vieron los ojos más malintencionados.

Noruegos, suecos, fineses, daneses y… gente de Groenlandia haciendo crujir el hielo que cubre los caminos del campus

Los últimos días los dedicamos a los eventos más «oficiales». La cena de Navidad, seguida por el Christmas Show, es decir, el Chow Navideño, y el café organizado por Safuge, para el cual estuve una mañana haciendo galletas como una loca con algunas otras chicas (ni un chico a la vista, prefirieron montar las mesas) en casa de María Teresa, mi profesora de español y responsable de grupo de Safuge. El café acompañó a un karaoke de villancicos, que por suerte no cayó en lo cutre, porque tuvimos música en directo ofrecida por nuestra querida agrupación de cuerda. Fue bastante divertido, porque a la hora de cantar Noche de Paz en distintos idiomas, encadené un dúo con Angelika en alemán (que creo que estropeé un poco con mi incapacidad de llegar a las notas altas) con un «veinteto» con los latinos, en el que cada uno cantaba una versión un poco distinta partiéndose de risa.

Bocadillo de pan italiano y tortilla española, una combinación irresistible. A mis dos veras, mis coaños Claudia y Marco.

La cena de Navidad sí que fue digna de ver. Vaya despliegue de trajes, corbatas, tacones más o menos altos, maquillaje más o menos brillante, pintalabios más o menos intenso, vestidos más o menos largos, con más o menos lazos, piedras incrustadas y capas de seda. Incluso yo me dejé llevar por el torbellino de preparaciones, aunque me autolimité a una hora y aparecí con un vestido con un impreso de Pippi Calzaslargas casi a tamaño natural en la parte delantera, que provocó el entusiasmo de algunos nórdicos muy orgullosos de su personaje. El caso es que por algo nos habíamos puesto nuestras mejores galas: la kantina parecía sufrir el embiste de una terrible tormenta eléctrica, que resultaron ser los flashes de cien cámaras disparando varias veces por minuto. Entre foto y foto, tuvimos tiempo para probar un poco de la «típica cena navideña noruega» que nos prepararon nuestros cocineros y que, por una vez, recibieron reconocimiento por su trabajo. Para mí, lo mejor fue la lombarda.

Del «chow navideño», me quedo con esta reinterpretación del Haka, el baile neozelandés al que nuestro segundo año Motaz ha dado mucho bombo en el colegio. Delante Jana, disfrazada de jugadora de rugby y dejándose el alma, detrás las bellezas rubias en un Haka bastante más delicado y femenino…

No es de extrañar, por lo tanto, que después de tanta fiesta, y trayendo una sensación muy veraniega por el sol de Palestina, llegara a España sin muchas ganas de fiesta y pasara los días con kuku-acciones y quemando vijaneros en vez de entregarme al consumismo y a los buenos sentimientos como gran parte de la población mundial.

extra-long

7 Ago

Los días aquí me parecen mucho más largos que en España. No porque anochezca a las doce y amanezca a las cuatro, aunque eso también, sino porque parece que todo cabe en ellos. Desayunamos de ocho a nueve y después tenemos clases hasta las doce, con una pequeña pausa en medio, durante la cual una de dos, o cogemos un té del piso de arriba y observamos cómo Samuel se queda dormido en el sofá, o salimos al aire fresco de la mañana a liberar un poco la cabeza, cosa que se agradece, sobre todo después de los debates, que son bastante intensos. En la “Kantina” se sirve almuerzo desde las doce hasta la una y tenemos tiempo libre hasta la una y media. Por las tardes normalmente hacemos alguna actividad: ir a Dale de compras, hacer una pequeña caminata, probar tiro con arco, ir a la piscina… Cenamos de cinco y media a seis y media y luego podemos hacer lo que queramos hasta cuando queramos (bueno, siempre hay algún límite, sobre todo en lo referente a “lo que queramos”, pero eso, como se dice en inglés, o igual me lo he inventado, es “understandable”). Hemos tenido algunas noches muy divertidas en el “Day Room” o salón, he dado muchos paseos con Rozana, que tiene esta necesidad tan alemana de andar de vez en cuando, me he tirado al fiordo… Mientras que al principio cualquier sonido que hicieran mis compañeras me molestaba (acostumbrada al silencio absoluto de Puentetoma), ahora ya no tengo ningún problema para dormir. ¡Más bien al contrario!

Aún así, me falta tiempo para actualizar el blog y actualizaros a vosotros. Por suerte, hoy es sábado, y los fines de semana somos completamente libres, sólo hay que saber aprovecharlos (cosa que no hice el fin de semana pasado). Hoy me he levantado a las siete y media para correr con Erik. Erik es un voluntario que ha llegado ayer, en sustitución de Lars, Liz y Hodan, que se marcharon ayer. Hemos corrido unos quince minutos y antes de duchar hemos saltado al fiordo para refrescarnos. Sí que refresca el fiordo, sí. He disfrutado de uno de los mejores desayunos jamás ingeridos. No por la variedad de la oferta o por la calidad de la comida, pero ya sabéis que con hambre todo sabe a gloria. La comida aquí tampoco es tan mala, para ser sinceros. En el almuerzo siempre tienen verdura cruda para mezclarte una ensalada, algunas cosas están buenas y de vez en cuando hay fruta de postre. En mi opinión, podrían limitar un poco las patatas cocidas y los pasteles de pescado y patata, cuando es mucho más fácil cocinar pescado, pero por lo demás no tengo quejas.

De momento, esta es la única prueba que tengo de nuestros saltos al fiordo. Pero ya hay un video grabado…

Hoy hemos estado charlando con David, el director o “Headmaster” del Colegio en Canadá, el Lester B. Pearson United World College. Está aquí de visita para disfrutar del paisaje y por supuesto, para conocer nuestro Colegio. Ha sido muy divertido, porque ha entrado en nuestra habitación justo cuando me había cambiado al pijama. No había recogido mi esquina. Pero me estoy desviando del tema. El caso es que es una persona muy accesible y tranquila, que ha estado hablando con nosotros también otros días, sentado en nuestra mesa durante el desayuno. Incluso se ha ofrecido para llevar mensajes al otro lado del Atlántico a gente que conocemos allí, incluida una carta a mi coaño Antón. ¿No os parece todo un detalle por su parte?

Ahora estoy sentada en el Day Room, mientras casi toda la casa está durmiendo (toda la casa son ahora veinticinco personas, todavía tengo que acostumbrarme a eso), observando a un megamosquito que está intentando despegarse de una de una tela de araña. Casi me da pena, pero no le ayudo porque puede ser el causante de la picadura que tengo en el brazo, del tamaño de una moneda de cinco coronas noruegas (que por cierto tiene un agujero en el centro, como las veinticinco pesetas españolas). ¡Tengo varias historias para vosotros! Lo malo es que no tengo buenas fotos…

El Café.

Son las diez y media y todavía no hay señales de vida en Sweden House. Pero es comprensible, ayer nos hemos acostado bastante tarde. Nosotros, los alumnos del Summer Course nos hemos encargado de un pequeño Café para la celebración de la iluminación de Jakob Sande. Suena genial, ¿no? Resulta que durante en la primera mitad del siglo XX vivió aquí un poeta que un buen día tuvo una especie de iluminación. Es bastante famoso por estos lares (es fácil, creo, pero no vamos a quitarle mérito), y cada año la gente va en barco hasta la cabaña donde vivió, en Flekke. Una vez han mostrado sus respetos, vuelven al colegio y a las nueve hay un concierto y después bailes populares. Nosotros aportamos la comida, unos maravillosos pasteles de chocolate y manzana, bocadillos, empanadillas de Palestina, chocolate caliente con nubes o “marshmallows” y otras bebidas menos interesantes. El “Cooking Comittee” hizo un gran trabajo, con Rozana aportando platos tanto palestinos como alemanes, pero a mi me tocó la decoración, que gracias a la ayuda de Martha, de Polonia, Marhia, de Timor Occidental, y Samuel, también fue memorable.

Salado…

… y dulce.

Para mí, lo mejor fueron los bailes populares. Viendo mis ganas de probar, Kath me presentó al máximo profesional del colegio, que bailó dos veces conmigo. No sé si paró porque veía que eran demasiadas vueltas para mí al ritmo de los violines, violas y otros instrumentos o porque desistió definitivamente, pero fue muy, muy divertido. Luego bailé por toda la cocina con Peshwas y luego con Ben, pero hay que reconocer que las personas mayores estaban más activas que ellos. Fue genial, y recaudamos casi ocho mil coronas. Eso va todo a la Fundación Jakob Sande…

La idea de Kath, la traslación a materiales comunes mía, la creación de Marhia y la arena de Sam.

Yo, evolucionando en medio del ajetreo, con una cámara y una manzana. Foto de Ben.

Además ha sido un gusto trabajar con todo el mundo. Me he estresado demasiado al principio, porque era un trabajo en equipo y yo todavía iba con el chip de “voy a hacerlo yo, porque sino nadie va a mover un dedo”, pero luego me he relajado al ver que entre los días extra-largos y el equipo de personas creativas, pensantes e independientes que éramos, había tiempo de sobra. Hicimos unos cuencos de papel preciosos para las velas, con bolsas de chucherías rellenas de arena y decoradas con ramitas de arándanos y flores rosas.

Mi «name-tag» y Freia, la diosa noruega que intentará evitar males mayores durante estos dos años. Por lo visto es la diosa del amor y de la fertilidad, cosa que ha propiciado bromas suficientes por aquí.

Hoy por la tarde iremos a Dale, a una especie de festival en el que enseñaremos nuestros trajes regionales (he, he, he) y algunos actuaremos. Como yo soy medio alemana, medio española, seguramente participe en un baile nepalí con un vestido del Tíbet. Ya veremos.

Karolina y yo estamos contando los días del Summer Course, viendo que se nos van volando. Ya llevamos dos semanas aquí, lo que significa que sólo nos quedan otras dos semanas por delante. Por un lado por supuesto queremos conocer a nuestros coaños y segundos años, que nos preguntan en Facebook cómo nos lo estamos pasando, y qué tal nos parece todo esto, pero por otro lado queremos que éste siga siendo nuestro territorio, que no venga nadie nuevo a “romper la paz”, que no empiece el curso… No lo podemos evitar, y pienso que es algo natural que nos sintamos así. Roza y yo tenemos un poco de miedo de que el campus comience a menguar a nuestro alrededor. Somos sólo veinticinco y las lavadoras siempre están llenas (por lo menos las que funcionan) y es casi imposible escapar por unos minutos a la islita. Esto también se debe a que no conocemos sitios a donde ir, a nuestro alrededor sólo hay montañas, y para poder adentrarse en los bosques hay que conocer el camino. Pero eso tiene fácil arreglo. Sabiendo que tengo una compañera asegurada, pondré más empeño todavía en aprenderlo pronto. También hay bastantes rocas en los alrededores, que a mí me producen un escozor en las yemas de los dedos con sólo verlas. De momento sólo he estado en la “habitación de escalada”, del tamaño de nuestra cocina en Puentetoma y con el techo inclinado. Me encanta, es muy acogedora y divertida, porque para cada presa (las piezas a las que te puedes agarrar o que pisas) hay varias anotaciones en boli, indicando el nombre de la vía, con que mano la cogió el autor de la nota, el nombre de la presa (por ejemplo “dedos de mantequilla”)… Tengo que hacer fotos.

En dos semanas también tienes tiempo para por lo menos empezar a conocer a las personas con las que vives y mirar detrás de la emoción, la alegría y la simpatía del principio, y ver si hay algo interesante detrás. Por supuesto, nadie es perfecto y hay gente con la que no tengo tanto trato, porque hay facetas de su comportamiento y de su forma de ser que no me gustan, sin que por ello tengan que ser malas. Con otras personas comparto ciertas situaciones, en general hay gente con la que me resulta más fácil estar sola, o en un pequeño grupo, porque no me gusta el papel que se atribuyen cuando estamos todos juntos, y porque la forma de ser siempre varia dependiendo del momento. También pensé que iba a ser más fácil ser tolerante.

Hay personas con las que estoy porque nuestros caracteres con similares (aunque nuestras ideas y opiniones sean completamente dispares), porque nos parecemos en la forma de ser y por lo tanto todo es mucho más sencillo. Me puedo ahorrar la mitad de las palabras y sé que me siguen entendiendo, y me hacen sentir un poco como en casa, porque también son parecidos a las personas con las que convivo normalmente. Luego hay otros con los que estoy simplemente porque te sientes a gusto con ellos, porque me parecen fantásticos. Esos son los menos, pero los que realmente valen la pena. Sé que puedo confiar totalmente en ellos, aunque sólo los conozca de dos semanas (quizá sea demasiado inocente, pero como ya he dicho, me vale la pena). Me gusta como tratan a las personas, cómo tratan a las personas siempre, su forma de ser, de hablar y de actuar. Es maravilloso estar con ellos, parece que siempre saben lo que necesitas en cada momento. Cuando estoy harta del pan de la Kantina, cuando quiero hacer alguna tontería, cuando quiero tirarme al fiordo, cuando me apetecen algunos arándanos, cuando sólo quiero sentarme en la roca al sol, cuando tengo el impulso de empezar una guerra de algas…

Bueno, el mosquito ha dejado de luchar y los primeros dormilones han comenzado a bajar por las escaleras. Casi es hora de comer, así que por ahora me despido…

cleaning day y recompensa

29 Jul

The power women. De izquierda a derecha, yo y mis compañeras de habitación Kanchan, de Nepal (que para venir cogió un avión especial que la llevó entre las montañas del Himalaya, deberíais ver sus fotos), Karolina, de Polonia, Rinchen, del Tíbet, y Marhia, de Timor Oriental.

Hoy tocaba limpiar las habitaciones y la casa, una prueba que hemos superado con un resultado bastante aceptable. Lo más bonito fue que tuvimos que ir a la habitación de los chicos (anter estábamos solas en el piso de arriba, ahora tenemos a Rafik de Egipto, Nguyen de Vietnam y Samuel de Venezuela de vecinos) para que nos explicaran cómo demonios se usaba la mopa. Primero lo hemos atribuido a una cuestión de ingeniería, pero la verdad es que saben más de limpieza de casas que nosotras, y eso, no sé, ¡es genial! Así tenemos a quién preguntar antes de que ruinemos los muebles limpiándolos con lavavajillas, o algo así. Por cierto, mi primera tanda de ropa sucia ha sobrevivido a la lavadora.

El premio por nuestro duro trabajo fue una merienda consistente en gofres con cardamomo y varios ingredientes naturales como fresas silvestres recolectadas por una servidora, una enorme cantidad de arándanos, limón y nata casera.