Archivo | octubre, 2011

nieve nieve nieve

20 Oct

«Vale, genial, aguanieve. Me muero de emoción», fue el comentario de los más sarcásticos. «Ya sabes lo que significa eso,¿no? ¡INVIERNO!» me amenazó Wiktoria, y algunos noruegos solamente sacudieron la cabeza y murmuraron algo como «Pfft, turistas…». Pero si realmente no se dejaron arrastrar por la alegría que causaron los primeros copos de nieve del invierno que cayeron por cinco minutos alrededor de la medianoche, mira, peor para ellos.

Sí, ya sé que tendré más que suficiente de esto en los próximos siete, quizá ocho meses, pero eso no quita que la primera vez sea muy emocionante. Estaba concentrada en la lectura de «The White Tiger», el libro que estamos analizando en inglés, y tenía la mente llena de rikshas, de olor a especias y de los hoteles y bares de Delhi, cuando comencé a oír gritos y risas fuera, levanté la mirada y vi los copos, no, los trapos cayendo fuera de mi ventana. Grité «¡está nevando!», cosa que no causó ninguna reacción en mis compañeras, y bajé corriendo las escaleras. Antes de abrir la puerta de Denmark House ya podía oír las risas y gritos de os latinos, para los cuales era la primera vez que veían nieve… Me abrazó Jimmy, de Costa Rica, después Alonso, Felipe… Muchos africanos estaban allí de pie, sin saber muy bien qué hacer, mirando maravillados hacia arriba, algunos asiáticos se sacaron una foto con el móvil… Y los segundos años nos empezamos a abrazar también, bromeando, pero sinceramente felices. Sí, ya lo habíamos vivido una vez, pero era uno de esos momentos en los que los recuerdos del año pasado se mezclaban con lo que estaba sucediendo a nuestro alrededor, que era similar y al mismo tiempo completamente diferente. Uno de esos momentos que se graban en la memoria.

Foto de Tian Ge (China)

Es el comienzo del invierno, un invierno que traerá mucho, mucho frío, que cubrirá de hielo rampas, escalones y carreteras, que casi no nos dejará ver el sol en meses… Pero mientras mirábamos hacia arriba, hacia el remolino de copos, y atrapábamos algunos con la lengua, sólo pensábamos que también vendrán las guerras de bolas de nieve, el patinaje sobre hielo, el sonido del hielo resquebrajándose sobre el fiordo, las noches de luna, en las que sales del cine y el campus parece espolvoreado con azúcar en polvo, los enormes cristales de hielo, la Navidad…

Ahora ha vuelto la lluvia, pero para mí esos cinco minutos han sido como una promesa, un avance de la belleza que sustituirá a esta lluvia, que ya me está cansando un poco…

nothing is lost

17 Oct

Deep in our sub-conscious, we are told
Lie all our memories, lie all the notes
Of all the music we have ever heard
And all the phrases those we loved have spoken,
Sorrows and losses time has since consoled,
Family jokes, out-moded anecdotes
Each sentimental souvenir and token
Everything seen, experienced, each word
Addressed to us in infancy, before
Before we could even know or understand
The implications of our wonderland.
There they all are, the legendary lies
The birthday treats, the sights, the sounds, the tears
Forgotten debris of forgotten years
Waiting to be recalled, waiting to rise
Before our world dissolves before our eyes
Waiting for some small, intimate reminder,
A word, a tune, a known familiar scent
An echo from the past when, innocent
We looked upon the present with delight
And doubted not the future would be kinder
And never knew the loneliness of night.

Noel Coward (1967)

on the run

15 Oct

Cuando comencé este post hoy por la mañana, no pensé que tenía todo esto guardado, que escribiría tanto, pero me ha salido un artículo bastante largo. Ni siquiera tengo fotos para aliviar entre párrafo y párrafo los ojos cansados, así que… Bueno, ¡quedáis avisados! A veces toca esto, entre tardes de Bob Marley y excursiones de escalada…

«Lovely Lea! See you soon! Enjoy the weekend. ❤ – Sangita & Sukeji», dice la nota que me he encontrado en mi escritorio al volver de un desayuno tardío o un almuerzo temprano. Es de mis dos maravillosas compañeras de habitación del primer año, a las que ya he cogido un montón de cariño. La verdad es que he tenido una suerte tremenda con mis compañeras de cuarto, y Denmark House 203 es la mezcla perfecta de aire fresco y olor a velas o perfume, de pequeños detalles y decoraciones que la hacen acogedora, como nuestra tetera en la mesa central o los farolillos chinos que cuelgan de la lámpara, de estudio y diversión, de arte y música, ni demasiado desordenado, ni demasiado estricto, con un baño limpio y caótico en su justa medida. Siempre dejamos un mensaje de despedida en la puerta o en las mesas de los demás cuando nos vamos por unos días, deseando un buen fin de semana o prometiendo traer helado si vamos a la ciudad, así que la nota en mi escritorio no tendría por qué ser nada especial. Sin embargo, el motivo por el que Sukeji y Sangita van a estar fuera estos dos día sí es bastante especial: como la inmensa mayoría de los primeros años, van a participar en un juego de rol sobre refugiados, una actividad organizada por la cruz roja que tiene lugar en nuestro colegio todos los años. El año pasado yo participé, pero creo recordar que no llegué a escribir sobre ella, así que he pensado que ahora que veo a mis amigos aprendiéndose los nombres y edades de sus «familiares», de la gente en su grupo, llenándose los estómagos de arroz con leche, vestidos como una cebolla, nerviosos y expectantes, cuando vuelven recuerdos y sensaciones del año pasado, aparece una preocupación casi maternal (¡preocupante!) y me pillo preguntándoles si han comido suficiente, si llevan ropa interior térmica y guantes, ahora sería un buen momento para escribir sobre mi experiencia…

El juego de rol se llama «på flukt», que en significa algo así como «huyendo», y, como mencioné antes, es organizado por la Cruz Roja. Se trata de experimentar durante 24 horas la vida de un refugiado que está huyendo de un conflicto o de una situación de miseria y viene a otro país buscando asilo. Los controles, la discriminación, el maltrato, las dificultades para encontrar un sitio donde dormir y comida, la ayuda de organizaciones humanitarias, que a pesar de ser limitada, siempre es bienvenida, el miedo, es estrés, el no saber dónde estás ni qué hora es ni lo que va a pasar, la necesidad de esconderse cada vez que pasa un coche, de correr cuando viene la policía, de cuidar de otros en una situación extrema, de caminar y caminar por la noche, sin dormir apenas… Estas 24 horas te proporcionan una pequeña dosis de cada una de estas sensaciones.

Yo no me arrepiento de haberlo hecho el año pasado, aunque desde luego no fue una experiencia que disfrutara. Tampoco está hecha para ser disfrutada. La peor parte para mí no fue el andar por horas en la nieve, subiendo montes y entrando y saliendo del bosque, sin una meta exacta, o seguir la carretera de noche sin reconocer a nadie más que a quien está caminando a tu lado, y esconderse o echar a correr cada vez que viene un coche… Mientras estaba fuera y podía respirar aire fresco y moverme con relativa libertad, no me sentía demasiado mal. Fue el tiempo que pasamos dentro lo que más me afectó. Primero los controles antes de poder salir del país: vaciar nuestras mochilas una y otra vez y tener que buscar nuestras pertenencias entre un montón enorme de ropa, para luego tener que volver a echarlas diez minutos después, ser cacheados y que nos quitaran los relojes, alguna comida que habíamos intentado llevar, pasar por el médico y algunas pruebas físicas completamente carentes de sentido… Mientras esperábamos en los pasillos llenos de gente, vestidos con demasiada ropa, apretados y agobiados me invadió una sensación febril, fue horroroso. Los guardias, oficiales y médicos devoraban hamburguesas y platos de comida mientras los mirábamos y después de ser empujados de una habitación a otra por horas, ya no sabía qué pensar o hacer.

También la simulación de la frontera fue bastante impresionante. De noche caminamos a Flekke y sabíamos que podríamos dormir por un tiempo en un «campamento de la Cruz Roja» después de la frontera, y que nos darían comida, pero antes estuvimos esperando quizá media hora o una hora entera, con militares gritándonos, forzándonos a hacer dominadas, a arrodillarnos, a levantar las manos, todo por capricho…

En conjunto creo que fue una experiencia valiosa, aunque no estoy segura de que realmente mejorara tanto mi comprensión de la vida de un refugiado. Es cierto que vivirlo es distinto a imaginárselo, pero nada de lo que me ocurrió fue sorprendente o completamente inesperado. Sorpresa en ese momento, sí, pero no inesperado. Otra cosa que caracterizó nuestra experiencia fue, que algunos de los actores o instructores de la actividad fueron nuestros segundos años. Normalmente se supone que son todos externos al grupo de participantes, de forma que no los conoces y no los ves después, pero aparentemente no tienen suficiente gente para hacer eso. No creo que sea una buena idea. Quizá lo exagere un poco, porque al fin y a cabo todos sabemos que es un juego de rol y por supuesto no lo extrapolamos a la realidad, pero no puedes evitar personalizarlo. El año pasado, sé que para los actores fue una experiencia tan intensa como para nosotros. El ser tan crueles e injustos y casi violentos con nosotros los afectó de varias formas. Algunos consiguieron verlo como un ejercicio y superar el mal sabor de boca con una buena noche de sueño, otros se asustaron al pensar que quizá se estaban metiendo demasiado en el papel, que no se daban cuenta de que eran personas, sus amigos, esa gente a la que estaban maltratando, que consiguieron eliminar eso de sus mentes durante el ejercicio, y unos pocos casi se derrumbaron después de horas de intimidar a sus amigos y a la gente con la que vivían.

A mucha gente le resultó fácil «cambiar el chip» una vez acabado el juego de rol. A mí no tanto, y sé que a otros les pasó lo mismo, de ambos grupos, de los actores y de los participantes. No me sentí distanciada ni mucho menos de los que habían sido mis «maltratadores», más al contrario: la experiencia nos unió mucho en al menos dos casos. Pero durante días tuve esta sensación surrealista, y me sentía triste sin saber realmente por qué, y me asaltaban los recuerdos de vez en cuando.

Tengo que admitir que este año, cuando anunciaron que necesitaban a gente para ayudar en la organización, sentí curiosidad. Una parte de mí quería saber lo que se siente, si sería capaz de hacerlo, cómo reaccionaría en esa situación. Pero mi curiosidad, por muy grande que sea, tiene límites, y este es uno de ellos. Nunca había probado los juegos de rol, y la idea de estas dos realidades solapadas para mí es muy extraña, y me da miedo. Probablemente no sea tan extremo como lo siento ahora, pero tengo la impresión de que es muy fácil cruzar el límite, aunque sea por muy poco, y que entonces es difícil volver atrás y la situación cambia a algo completamente distinto. De todas formas, soy consciente de que es una impresión muy personal, y de para mucha gente probablemente sea más fácil controlar y separar estas dos realidades que para mí.

Aprovecharé el fin de semana para trabajar. La diferencia se nota un montón, el campus parece vacío. Pero no puedo evitar que mis pensamientos vuelvan con frecuencia al año pasado, o me imagine a mis amigos que están pasando por algo parecido mientras escribo. Vamos a calmarnos, que al fin y al cabo sobrevivirán, y sé que mis preciadas compañeras de habitación volverán sanas y salvas… Espero que salga bien y sea una experiencia interesante y valiosa para todos.

una tarde como una canción de bob marley

13 Oct

Hoy por la mañana Flekke ha amanecido así:

 

¡El primer día de helada! Sólo una fina tela de araña de escarcha, casi imperceptible, que cubría el prado entre las casas y la kantina , pero ya había sucumbido al sol cuando volví. Sí, habéis leído bien – sol hoy también en Flekke. Qué gran despedida del calor. Esta mañana me he levantado sintiéndome fatal, y no he ido a clase, pero el buen tiempo realmente puede con todo. Ahora estoy sentada con Kris debajo de un manzano, envuelta en una manta y con varias capas de ropa, mientras Ashley, de Serbia, y Mirza, un kurdo establecido en Suiza, juegan al baloncesto en la canasta que cuelga de Uncle Tom’s Cabin. Todo el mundo está en sus actividades, de vez en cuando pasa alguien y se une para unos tiros a canasta, o intercambia algunas palabras con nosotros y sigue su camino. Pero la mayor parte del tiempo sólo se oyen los pájaros, los golpes del balón, el pasar de páginas de Kris y mis golpecitos en el teclado. Ya entiendo por qué da la impresión de que realmente los pasamos mal aquí… Un asco de vida, vamos. Si ahora que lo pienso, incluso estar enferma no está mal. Las clases que me he perdido no son tan graves, algún profesor incluso me ha mandado un correo deseándome que me mejore pronto, he llegado a disfrutar de ese momento de estar en la cama sin dormir, de sentir las mantas y almohadas calentitas alrededor de mí y la luz que se filtra por mis cortinas, algo inexistente en mi día a día… Me he levantado a las doce y media, cuando la vista de mi ventana era ésta,

 

me he dado una ducha y me he ido a comer. Comí en una kantina vacía, con Eivind, que también está enfermo, y después he pasado la tarde en un limbo temporal, sin ninguna reunión a la que acudir, ninguna actividad en la que participar, sin sentirme estudiante del IB. Por la silla a mi lado pasaron Kris, con el que estuve charlando un buen rato y comiendo el chocolate alemán que nos donó Meta; Álvaro, que está intentando resolver el Cubo de Rubik y lo lleva a todas partes; Prince, que es casi dos metros de materia adorable de Swazilandia; y ahora Mia, mi primer año alemana, que está leyendo para Literatura Mundial. Pero ahora el sol está bajando y mis pies se están enfriando. Así que daré fin a una tarde idílica de dolor de estómago, y me iré a mi cuarto a trabajar. Me imagino que este será el último post sobre mis ensoñaciones doradas, que ya vale. En realidad siempre me siento con el propósito de escribir sobre la semana de proyectos, o sobre las visitas de universidades, pero luego me gusta tanto escribir y tengo tantas cosas que contar y la cabeza tan llena de pensamientos y emociones que acabo escribiendo de lo que está pasando ahora mismo a este lado de la pantalla. Intento capturar los juramentos en árabe cuando el balón rebota en el aro de la canasta, el sudor sobre la piel negra de Leo, el sonido de la puerta de Norway House al abrirse, el acento vietnamita de Nguyen, la imagen de Kris revolviéndose en la silla porque no sabe qué hacer con sus piernas demasiado largas, la visita relámpago de Karolina… A veces pienso que es lo que realmente cuenta de estos dos años, todas esas pequeñas impresiones, las películas y el café de los viernes, esa noche en la que se veía la Vía Láctea, esa conversación a la hora de la cena sobre pudin de vainilla, cuando alguien me pasa la mano por el pelo, que Scott me ha vuelto a cortar corto, corto, corto… ¿Os llega? Quiero recordar todo esto tan bien como las grandes fiestas, las excursiones, las discusiones intensas, los encuentros y choques de culturas… Sé que lo echaré de menos.

Me voy, qué fresco hace ahora. Al contrario que los jugadores de baloncesto, que se están calentando más y más. No es por confirmar estereotipos, pero de verdad, los árabes… Ahora el balón ha llegado hasta nuestras sillas y casi morimos aplastamos. Creo que es una señal de los dioses. Abandono mi puesto y le doy al botón de «publicar».

y allí en noruga, ¿no te deprime el frío y la oscuridad?

12 Oct

Kristoffer (Dinamarca) y yo delande del edificio de ciencias (¡esto es lo que vemos cuando desviamos un poco la mirada durante las clases!) el sábado pasado. Otra mañana regalo del viento del norte. La foto es de Mette, también de Dinamarca.

A pesar de los abetos que cubren las montañas alrededor de Flekke, y que «son tan verdes en verano como en invierno, cuando nieva» (preguntad a lo alemanes por su «O Tannenbaum, O Tannenbaum»), sí se nota la diferencia con las tonalidades frescas del verano…

Sol, sol, sol. Hace un día tan espléndido en nuestro fiordo que incluso el peregrinaje de las sábanas es un placer. Desde que han abierto el nuevo edificio de mantenimiento un poco más alejado de las casa, ya no cambiamos nuestras sábanas en Uncle Tom’s Cabin, sino que tenemos que andar un poco más lejos. Un corriente constante de peregrinos, cada uno con su saco blanco a la espalda a la ida (las sábanas metidas en la funda de la almohada) y un taquito impecablemente doblado en las manos a la vuelta, pasa debajo de mi ventana todos los miércoles. Un miércoles es a gente de Norway, Sweden y Finland House, el siguiente somos nosotros de Denmark House y nuestros vecinos de Iceland House. A mí personalmente no me importa andar, es más, me gusta, especialmente cuando hace un tiempo como hoy. Cielo azul, sol, un poco de viento fresco y unas nubes blancas y algodonosas como ovejitas, por una vez nada amenazantes. Kristoffer me estaba explicando hace un momento que hoy hace buen tiempo porque sopla el viento del Norte, y es un viento seco y frío, al contrario que el viento del suroeste que sopla normalmente y que nos trae esa capa pesada de nubes grises y los chaparrones de los últimos días. Mira que siempre nos reímos de los estudiantes de Environmental Systems por ser no ser una «ciencia de verdad», ya que en principio es una asginatura pensada para estudiantes más enfocados en las humanidades, pero a veces parece que aprenden más cosas útiles para la vida…

Las de esta semana han sido unas lluvias torrenciales, incluso ha granizado. Somos conscientes de que días de sol como hoy son un milagro, un regalo antes de que venga el invierno largo, oscuro y frío, que ya se puede oler en el aire y que nos empieza a retrasar los amaneceres. Son las últimas oportunidades de dar un paseo a la isla tranquilamente, o sentarse delante del edificio de ciencias, en el embarcadero, de cenar fuera, de llevarse los libros y ocupar una de las rocas en las que rompen las olas de miniatura, de ponerse un vestido de verano y pintarse las uñas de los dedos de los pies para despedir las sandalias, de abrir la ventana y de escuchar la música de Sweden House 201 durante el peregrinaje, que varía desde los clásicos del colegio a Vivaldi, del hip-hop a los Ramones… Así que aprovechamos bien estos días que nos ofrece el Viento del Norte. Hoy después de limpiar la habitación me fui con Bennie a Flekke, y cuando superamos la colina a la entrada del campus, pasamos la primera curva y vimos los valles con sus pequeñas granjas, las ovejas pastando a la orilla del fiordo y el lago al otro lado de la carretera, todo bañado por el sol de la tarde me di cuenta de lo mucho que me guste este sitio. A veces tengo la sensación de estar encerrada, a un lado roca, al otro el fiordo, y por encima las nubes y una masa de trabajos y exámenes, de relaciones complicadas y pequeños dramas que en ocasiones casi me aplasta. La burbuja se ma hace demasiado pequeña y tengo ganas de irme, de hacer otras cosas… Pero en días como éste sé que de alguna manera lo conseguiré, y que en realidad, como diría mi padre, todo es nada (en el buen sentido de la expresión), de que hay un montón de cosas que disfrutar y vivir aquí, de lo contenta que estoy de estar en Flekke y no en otra parte, y con estas doscientas personas y no otras. Y de que mi ventana de al fiordo.

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   Hablando de ventanas…

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Caminé con Bennie hasta Flekke Shop, y vuelta, y aunque a veces nos caían un par de gotas que quizá se confundieron de valle, aunque teníamos el anorak de invierno puesto y se nos enfriaron las mejillas, fue una tarde maravillosa. Se me había olvidado la cámara, siempre me da una rabia tremenda, y cuando llegamos al campus, salí otra vez para hacer algunas fotos. En realidad pensaba subir al blog las fotos de mi PBL, de mi semana de escalada y surf, pero al final me ha salido este torrente de palabras… Igual que las fotos nunca captan los tonos exactos de los árboles otoñales, los matices cálidos de la luz y mucho menos la sensación del sol sobre la piel, creo que por mucho que escriba, no voy a poder transmitir la felicidad que flota de casa en casa, por las calle principal del campus, se cuela por las ventanas y agita un poco las cortinas de las camas… De forma que lo dejo así – espero que os gusten las fotos, que no os parezcan aburridas. ¡A ver si consigo subir las de la PBL hoy también!

Flekke. No sé si soy yo y mi tamaño de hobbit por el que soy conocida entre mis amigos nórdicos, o esto podría ser la Comarca. Una cueva por aquí y un trol por allá (aunque quién dice que no estén ya por ahí…)

¡Estamos aquí, estamos aquí!