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una tarde como una canción de bob marley

13 Oct

Hoy por la mañana Flekke ha amanecido así:

 

¡El primer día de helada! Sólo una fina tela de araña de escarcha, casi imperceptible, que cubría el prado entre las casas y la kantina , pero ya había sucumbido al sol cuando volví. Sí, habéis leído bien – sol hoy también en Flekke. Qué gran despedida del calor. Esta mañana me he levantado sintiéndome fatal, y no he ido a clase, pero el buen tiempo realmente puede con todo. Ahora estoy sentada con Kris debajo de un manzano, envuelta en una manta y con varias capas de ropa, mientras Ashley, de Serbia, y Mirza, un kurdo establecido en Suiza, juegan al baloncesto en la canasta que cuelga de Uncle Tom’s Cabin. Todo el mundo está en sus actividades, de vez en cuando pasa alguien y se une para unos tiros a canasta, o intercambia algunas palabras con nosotros y sigue su camino. Pero la mayor parte del tiempo sólo se oyen los pájaros, los golpes del balón, el pasar de páginas de Kris y mis golpecitos en el teclado. Ya entiendo por qué da la impresión de que realmente los pasamos mal aquí… Un asco de vida, vamos. Si ahora que lo pienso, incluso estar enferma no está mal. Las clases que me he perdido no son tan graves, algún profesor incluso me ha mandado un correo deseándome que me mejore pronto, he llegado a disfrutar de ese momento de estar en la cama sin dormir, de sentir las mantas y almohadas calentitas alrededor de mí y la luz que se filtra por mis cortinas, algo inexistente en mi día a día… Me he levantado a las doce y media, cuando la vista de mi ventana era ésta,

 

me he dado una ducha y me he ido a comer. Comí en una kantina vacía, con Eivind, que también está enfermo, y después he pasado la tarde en un limbo temporal, sin ninguna reunión a la que acudir, ninguna actividad en la que participar, sin sentirme estudiante del IB. Por la silla a mi lado pasaron Kris, con el que estuve charlando un buen rato y comiendo el chocolate alemán que nos donó Meta; Álvaro, que está intentando resolver el Cubo de Rubik y lo lleva a todas partes; Prince, que es casi dos metros de materia adorable de Swazilandia; y ahora Mia, mi primer año alemana, que está leyendo para Literatura Mundial. Pero ahora el sol está bajando y mis pies se están enfriando. Así que daré fin a una tarde idílica de dolor de estómago, y me iré a mi cuarto a trabajar. Me imagino que este será el último post sobre mis ensoñaciones doradas, que ya vale. En realidad siempre me siento con el propósito de escribir sobre la semana de proyectos, o sobre las visitas de universidades, pero luego me gusta tanto escribir y tengo tantas cosas que contar y la cabeza tan llena de pensamientos y emociones que acabo escribiendo de lo que está pasando ahora mismo a este lado de la pantalla. Intento capturar los juramentos en árabe cuando el balón rebota en el aro de la canasta, el sudor sobre la piel negra de Leo, el sonido de la puerta de Norway House al abrirse, el acento vietnamita de Nguyen, la imagen de Kris revolviéndose en la silla porque no sabe qué hacer con sus piernas demasiado largas, la visita relámpago de Karolina… A veces pienso que es lo que realmente cuenta de estos dos años, todas esas pequeñas impresiones, las películas y el café de los viernes, esa noche en la que se veía la Vía Láctea, esa conversación a la hora de la cena sobre pudin de vainilla, cuando alguien me pasa la mano por el pelo, que Scott me ha vuelto a cortar corto, corto, corto… ¿Os llega? Quiero recordar todo esto tan bien como las grandes fiestas, las excursiones, las discusiones intensas, los encuentros y choques de culturas… Sé que lo echaré de menos.

Me voy, qué fresco hace ahora. Al contrario que los jugadores de baloncesto, que se están calentando más y más. No es por confirmar estereotipos, pero de verdad, los árabes… Ahora el balón ha llegado hasta nuestras sillas y casi morimos aplastamos. Creo que es una señal de los dioses. Abandono mi puesto y le doy al botón de «publicar».

y allí en noruga, ¿no te deprime el frío y la oscuridad?

12 Oct

Kristoffer (Dinamarca) y yo delande del edificio de ciencias (¡esto es lo que vemos cuando desviamos un poco la mirada durante las clases!) el sábado pasado. Otra mañana regalo del viento del norte. La foto es de Mette, también de Dinamarca.

A pesar de los abetos que cubren las montañas alrededor de Flekke, y que «son tan verdes en verano como en invierno, cuando nieva» (preguntad a lo alemanes por su «O Tannenbaum, O Tannenbaum»), sí se nota la diferencia con las tonalidades frescas del verano…

Sol, sol, sol. Hace un día tan espléndido en nuestro fiordo que incluso el peregrinaje de las sábanas es un placer. Desde que han abierto el nuevo edificio de mantenimiento un poco más alejado de las casa, ya no cambiamos nuestras sábanas en Uncle Tom’s Cabin, sino que tenemos que andar un poco más lejos. Un corriente constante de peregrinos, cada uno con su saco blanco a la espalda a la ida (las sábanas metidas en la funda de la almohada) y un taquito impecablemente doblado en las manos a la vuelta, pasa debajo de mi ventana todos los miércoles. Un miércoles es a gente de Norway, Sweden y Finland House, el siguiente somos nosotros de Denmark House y nuestros vecinos de Iceland House. A mí personalmente no me importa andar, es más, me gusta, especialmente cuando hace un tiempo como hoy. Cielo azul, sol, un poco de viento fresco y unas nubes blancas y algodonosas como ovejitas, por una vez nada amenazantes. Kristoffer me estaba explicando hace un momento que hoy hace buen tiempo porque sopla el viento del Norte, y es un viento seco y frío, al contrario que el viento del suroeste que sopla normalmente y que nos trae esa capa pesada de nubes grises y los chaparrones de los últimos días. Mira que siempre nos reímos de los estudiantes de Environmental Systems por ser no ser una «ciencia de verdad», ya que en principio es una asginatura pensada para estudiantes más enfocados en las humanidades, pero a veces parece que aprenden más cosas útiles para la vida…

Las de esta semana han sido unas lluvias torrenciales, incluso ha granizado. Somos conscientes de que días de sol como hoy son un milagro, un regalo antes de que venga el invierno largo, oscuro y frío, que ya se puede oler en el aire y que nos empieza a retrasar los amaneceres. Son las últimas oportunidades de dar un paseo a la isla tranquilamente, o sentarse delante del edificio de ciencias, en el embarcadero, de cenar fuera, de llevarse los libros y ocupar una de las rocas en las que rompen las olas de miniatura, de ponerse un vestido de verano y pintarse las uñas de los dedos de los pies para despedir las sandalias, de abrir la ventana y de escuchar la música de Sweden House 201 durante el peregrinaje, que varía desde los clásicos del colegio a Vivaldi, del hip-hop a los Ramones… Así que aprovechamos bien estos días que nos ofrece el Viento del Norte. Hoy después de limpiar la habitación me fui con Bennie a Flekke, y cuando superamos la colina a la entrada del campus, pasamos la primera curva y vimos los valles con sus pequeñas granjas, las ovejas pastando a la orilla del fiordo y el lago al otro lado de la carretera, todo bañado por el sol de la tarde me di cuenta de lo mucho que me guste este sitio. A veces tengo la sensación de estar encerrada, a un lado roca, al otro el fiordo, y por encima las nubes y una masa de trabajos y exámenes, de relaciones complicadas y pequeños dramas que en ocasiones casi me aplasta. La burbuja se ma hace demasiado pequeña y tengo ganas de irme, de hacer otras cosas… Pero en días como éste sé que de alguna manera lo conseguiré, y que en realidad, como diría mi padre, todo es nada (en el buen sentido de la expresión), de que hay un montón de cosas que disfrutar y vivir aquí, de lo contenta que estoy de estar en Flekke y no en otra parte, y con estas doscientas personas y no otras. Y de que mi ventana de al fiordo.

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   Hablando de ventanas…

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Caminé con Bennie hasta Flekke Shop, y vuelta, y aunque a veces nos caían un par de gotas que quizá se confundieron de valle, aunque teníamos el anorak de invierno puesto y se nos enfriaron las mejillas, fue una tarde maravillosa. Se me había olvidado la cámara, siempre me da una rabia tremenda, y cuando llegamos al campus, salí otra vez para hacer algunas fotos. En realidad pensaba subir al blog las fotos de mi PBL, de mi semana de escalada y surf, pero al final me ha salido este torrente de palabras… Igual que las fotos nunca captan los tonos exactos de los árboles otoñales, los matices cálidos de la luz y mucho menos la sensación del sol sobre la piel, creo que por mucho que escriba, no voy a poder transmitir la felicidad que flota de casa en casa, por las calle principal del campus, se cuela por las ventanas y agita un poco las cortinas de las camas… De forma que lo dejo así – espero que os gusten las fotos, que no os parezcan aburridas. ¡A ver si consigo subir las de la PBL hoy también!

Flekke. No sé si soy yo y mi tamaño de hobbit por el que soy conocida entre mis amigos nórdicos, o esto podría ser la Comarca. Una cueva por aquí y un trol por allá (aunque quién dice que no estén ya por ahí…)

¡Estamos aquí, estamos aquí!

broccoli

26 Mar

gentlemen

30 Jul

Empujados por la idea que tenemos del invierno noruego, que parecen ser ciertas, aprovechamos cada momento de sol, sin pasar casi por nuestras habitaciones. Claro que dentro de eso, unos lo hacen con más elegancia que otros…

Estos caballeros tan elegantes son Peshwas, que vive en Suecia pero es de origen kurdo, y Ben(jamin), de Croacia. Ben ha vivido seis años en Alemania, y junto con Roza, que es medio palestina y medio alemana como yo, formamos el grupo de los German speakers. La foto esta vez no es mía, sino de mi tercer año noruego Marius, que ahora es voluntario en el curso de verano. Takk Marius!