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la despedida de Ylvi

14 Nov

Hace algunos días encontré medio por casualidad el blog de mi relevo en Flekke, Teresa: http://teresairigoyen.wordpress.com. Pude comprobar que me iguala, si no sobrepasa, en entusiasmo y ganas de comunicarlo, y me hizo mucha ilusión saber que sigue habiendo una vikinga en el espacio virtual. Leer las entradas sobre la emoción de las primeras semanas, las descripciones de compañeros, de la habitación, de lugares y acontecimientos nuevos me llevó a recordar cómo fueron mis primeros meses en Flekke y cómo los describía en el blog, muchas veces a las tantas de la noche por falta de tiempo, con el mismo sentimiento de asombro, maravilla y felicidad que destilan las palabras de Teresa.

Depués de curiosear por las entradas de mi “cero año”, me dediqué a repasar algunas de Ylvi im Netz, desde sus comienzos hasta un final un tanto abrupto a principios de enero de este año. Es un recorrido bonito por los distintos aspectos de la vida en Flekke que me llamaron la atención y que decidí compartir, y cómo variaron a lo largo de los dos años; por los distintos humores y emociones y perspectivas por los que pasé y que se reflejan en el tono de mis narraciones. Siento haber dejado de escribir en mi último semestre en Flekke, quizá no el mejor o el más intenso, pero sí el más completo y redondo. No sólo por los lectores a los que dejé en el suspenso y que pensará que Ylvi no sobrevivió el Bachillerato Internacional, pero también porque el blog era una especie de diario personal, y por muchas historias que se me quedaran en el tintero o que no pasaran el filtro de “apto para todos los públicos”, las recuerdo cuando leo las que sí llegaron a ser publicadas, como si entre entrada y entrada hubiera otras dos o tres que sólo yo pudiera leer. Pero para ese último semestre tan significativo tengo que confiar únicamente en mi memoria, y eso asusta un poco.

Fue el semestre que pasamos esperando las respuestas de las universidades a las que habíamos enviado solicitudes, llenos de dudas acerca de las decisiones que habíamos tomado, imaginándonos las alternativas que seguirían a un rechazo, cada una más pintoresca y dramática que la anterior. Semanas y semanas de espera exasperante, durante las cuales nos dábamos ánimos mutuamente hasta que finalmente empezaron a llegar las respuestas y la emoción y alegría se mezclaban con la decepción, las felicitaciones con las palabras de consuelo. A principios de mayo me tocó a mí celebrar que había conseguido la beca de SFU, que me iba a Canadá, que mi primera (y única) opción había resultado ser la buena, mientras dos de mis mejores amigos no habían tenido suerte. Fue el semestre en el que me eché a llorar cuando Rodrigo fue aceptado en la universidad de Maastricht y daba fin a la espera constante de los últimos meses.

Fue el semestre en el que escalé el acantilado encima del colegio por primera vez, acompañada de Ben, el mismo día en el que nos perdimos por los montes de Flekke hasta que salimos del bosque a la carretera embarrados y cubiertos de rasguños, pero increíblemente satisfecho. Fue el semestre en el que atiborré de nachos con salsa en Dale, el semeste en el que celebramos el cumpleaños de nuestro tico con tequila mejicano, el semestre en el que Astrid y yo disfrutamos de la piscina vacía después de nuestro turno de socorristas un sábado por la tarde.

Fue el semestre en el que acabé mi ensayo extendido, mi trabajo de Historia y mis informes de laboratorio para Biología, que me costaron sudor y lágrimas y noches sin dormir en las que escuchábamos Nino Bravo a todo volúmen en el edificio de ciencias a las cuatro de la mañana. Fue el semestre en el que estudiamos para los exámenes finales, intentando condensar dos años de información en nuestras mentes, alternando entre estados de pánico absoluto y ataques de risa histérica, hasta que finalmente sobrevivimos, ¡incluso a la horrorosa, terrorífica prueba 3 de Historia!

Fue el semestre en el que Fann me enseñó un baile con abanicos chinos y yo enseñé métodos de resucitación cardio-pulmonar a cien personas en un día. Fue el semestre en el que Alma y Alberto cantaron “Sólo le pido a Dios” durante el espectáculo de las Américas y aprendí a hacer saltar las piedras sobre la superficie del fiordo. Fue el semestre en el que Wiktoria pintó un calamar gigante y participó en la exposición anual de los estudiantes de Arte.

Fue un semestre lleno de saltos al fiordo, sesiones de piragüismo, arroz con leche y knekkebrod, paseos a Flekke en la lluvia, la nieve o disfrutando del buen tiempo, de chocolate y té de regaliz, de viernes de película y sábados de fiesta, de largos y largos en la piscina y prácticas de primeros auxilios.

Fue el semestre en el que nos dimos cuenta que el final no estaba tan lejos como nos había parecido siempre, sino que se iba acercando, produciéndonos sentimientos que variaban desde la emoción hasta el miedo, desde el alivio hasta una tristeza devastadora. Y así nos fuimos balanceando de un lado al otro del espectro emocional, intentando disfrutar de la belleza de Flekke y la compañía de los demás y al mismo tiempo aprobar los exámenes hasta que llegó el día en el que tras el examen de Biología y un último salto al fiordo, me puse mi vestido de Pipi Calzaslargas y me fui a Flekke, donde comimos, bebimos, hablamos, bailamos y, en muchos casos, desconectamos las pocas neuronas que nos quedaban conscientes, para celebrarnos en una noche llena de acontecimientos…

Los recuerdos que tengo del día siguiente son borrosos y están fuera de cualquier escala de espacio y tiempo con sentido. Arroz con leche y huevos pasados por agua para comer, como cualquier sábado por la mañana, Wiktoria y yo preparándonos en el baño, riéndonos de diversas anécdotas de la noche anterior, los padres de Olga ayudándole a hacer la maleta, dar un pequeño paseo con mi familia de acogida, los discursos, actuaciones y aplausos de la graduación y el cúmulo de personas en la kantina nada más acabar la ceremonia, con lágrimas en los ojos, repartiendo abrazos a diestro y siniestro, con cara de “¿y qué hago yo ahora?”. Después se sucedieron las despedidas – primero Wiktoria, que todavía tenía puesto su vestido tradicional noruego; Rodrigo, que me prometía que todo iba a salir bien (probablemente pensaba que acabaría hiperventilando de tanto sozollo); Álvaro, Samuel, Meta, Kris, Mia, Jonah… Al final me vi sentada encima de mi maleta, absolutamente incapaz de cerrarla, hecha un mar de lágrimas, hasta que Karolina me ayudó con un fuerte tirón y Benedicte prácticamente me arrastró hasta el coche en el que esperaban sus padres y su hermana, listos para emprender el viaje a Oslo.

Podría seguir por horas y páginas. Me asaltan los recuerdos y quiero añadir más aventuras y anécdotas, pero no puedo recuperar cuatro meses en una tarde. De todas formas, me parece poco probable que se me olviden los detalles en los próximos tiempos – durante este verano y ahora mientras escribo lo veo todo delante de mis ojos como si hubiera pasado ayer.

Fue un semestre, fueron dos años, maravillosos. “Your highest highs and your lowest lows” es una frase que circula por las páginas de los Colegios del Mundo Unido, las palabras de un antiguo alumno que vienen a decir que en tus años en los Colegios alcanzarás las cumbres más altas y vivirás los momentos más “bajos”. La leí cuando rellenaba el formulario para presentarme a las becas hace ya tres años, imaginándome lo rica en experiencias y sensaciones que sería mi vida si lo conseguía, y ahora sé lo cierta que es, y la suerte que he tenido. Me siento increíblemente afortunada por haber podido disfrutar de Flekke este tiempo y por pertenecer al movimiento de los Colegios del Mundo Unido, que no acaba aquí. La nostalgia que siento a menudo, y echar de menos a mis amigos, es un precio que merece la pena pagar, y suelo consolarme pensando que si lo echo tanto de menos, fue porque han sido dos años condenadamente buenos.

Muchísimas gracias por leerme y animarme con comentarios durante mis aventuras en el fiordo. ¡Ahora podéis leer y escribir a Teresa! Aunque yo también tengo un nuevo blog (http://thezerovector.wordpress.com) y me alegraría si os pasáis. Gracias también a Teresa por darme el empujón que necesitaba – mucha suerte con tu blog y más todavía con tu vida como vikinga.

Si tenéis preguntas sobre los Colegios del Mundo Unido o queréis saber más acerca de algún aspecto de mi experiencia, ya sea porque estáis considerando presentaros o porque simplemente os pica la curiosidad, no dudéis en escribirme. Mi correo es lea.im.netz@gmail.com.

Un beso y hasta siempre,
vuestra Ylvi.

P.S. – Aquí os dejo algunos documentos gráficos del final de un gran capítulo…

Pippi y los latinos,  fiesta de graduación (foto de nuestro primer año Oliver)

En la ceremonia de graduación

Un regalo maravilloso de nuestros profesores.

Momentos de la ceremonia de graduación.

five hundred miles away from home

13 Nov

A principios de octubre llevamos más de mes y medio de clases. Eso significa que ya nos conocemos, hemos entrado en la rutina dentro de los cuartos y las casas, nos hemos acostumbrado a la convivencia, a nuestras clases, a un ritmo de trabajo, cada uno el suyo… Se han acabado las primeras semanas en las que todo el mundo es increíblemente interesante y simpático (o por lo menos más increíblemente interesante y simpático de lo normal), el trabajo comienza a amontonarse, escasean los días de buen tiempo y el campus parece hacerse más y más pequeño hasta que nos empezamos a revolver incómodos como bestias enjauladas hartas de estar sentadas una encima de la otra, lanzándonos de vez en cuando un mordisco. Un espectáculo nada bonito.

 Una nube en llamas. ¡De las que se comen, claro!

Vale, ahora mismo tengo en la cabeza la imagen de cinco hienas metidas en una jaula de cinco metros cuadrados, mordiéndose y arañándose las unas a las otras, así que quizá lo he exagerado un poco. Pero es cierto que la PBL de octubre llega como agua de mayo (toma ya refranero español, lo he buscado en google antes para asegurarme, eso sí). Las PBLs o Project Based Learning Weeks son semanas en las que en vez de ir a clase, participamos en distintos proyectos. La oferta es muy variada: tres días de yoga para los que quieran relajarse en el campus, un taller de cuentacuentos (ese grupo luego hizo un espectáculo muy bonito con cuentos de todo el mundo), seminarios sobre resolución de conflictos, mediación, entendimiento intercultural; simulaciones de las Naciones Unidas u otros juegos de rol para los apasionados de la diplomacia y el debate, una excursión a una granja o a un criadero de caballos para los interesados en la agricultura y el trabajo en el campo, y por último están las más orientadas al deporte y al ejercicio físico, que son mis favoritas. Por un lado, porque durante el resto del semestre no hago tanto deporte como me gustaría y estos últimos años me he aficionado más y más a algunos deportes al aire libre; y por otro lado, porque es una oportunidad de irme unos días del campus y no pensar en otra cosa que clavar los crampones bien en el hielo, o, como fue el caso este año, encontrar el siguiente agarre en la roca y no dejarme arrastrar por las olas.

 

La vista desde el acantilado que escalamos…

… y la playa desde la que nos lanzamos a las olas enfurecidas.

Este año, me fui cuatro días a escalar y surfear con el profesor de Física, Chris Hamper, y otros cinco compañeros: Andris (Latvia), Ingrid y Olve (Noruega), Fidel (Chile) y Jonah (Canadá). Salimos el lunes poco antes de mediodía, después de cargar la camioneta con tablas de surf, trajes de neopreno, cascos y arneses, cuerdas y pies de gato, agua y comida, ojeando con emoción las latas de chocolate en polvo y las bolsas de salsa de tacos pre-cocinada. Nos dirigíamos al norte: primero pasaríamos dos días y dos noches cerca de Stryn, una pequeña ciudad donde también nos quedamos durante nuestra semana de esquí el invierno pasado, durmiendo al aire debajo de un acantilado que escalaríamos durante el día, y después continuaríamos hasta Vestkap, uno de los mejores lugares para hacer surf, y nos quedaríamos en una pequeña casa rural.

Fueron unos días maravillosos, tan llenos de momentos divertidos, «koselig», intensos, satisfactorios, tantos paisajes preciosos, tanto viento y buena comida, que no sé por dónde empezar…

 

No fueron más que cinco segundo se sol, en serio, y hacía un frío que pelaba, pero me imagino que había que aprovechar.

Ingrid estimulando sus ideas.

El sitio donde estuvimos escalando me encantó. Había que subir una cuestecilla entre árboles y arbustos para llegar al acantilado, lo que daba una sensación de protección y de distancia a la carretera que se agradeció sobre todo al dormir, pero las ramas no nos quitaban la vista al fiordo y a las montañas de la orilla de enfrente, y cuando subíamos por la roca, podíamos darnos la vuelta de vez en cuando y observar al granjero que vivía justo al otro lado de la carretera conducir su pequeño tractor por los campos de cultivo. Tuvimos algunos momentos de sol y poca lluvia, lo que hizo nuestra estadía aún más agradable. Disfruté muchísimo volver a escalar algo que no fueran las pequeñas paredes equipadas con presas que tenemos en el colegio, y fue interesante probar otro tipo de roca. En Recuevas y en Gama, que es a lo que estoy acostumbrada, los agarres son más pequeños y se trata de colocar bien los pies, pegarse a la roca, encontrar el equilibrio… Este acantilado tenía grandes salientes y grietas, muy buenos agarres, pero a la vez muchas tripas que superar. Tenía que usar más la fuerza y no era tan fluido, ya que hacía grandes esfuerzos y una vez superado el paso, descansaba un momento los brazos. Era otra forma de considerar una vía de escalada. Si tuviera que elegir, creo que prefiero las vías en las que el esfuerzo es constante, donde puedes encadenar y subir muchos metros sin parar, pero este acantilado también me gustó un montón – era más alto que la mayoría de las paredes que he escalado hasta ahora, y de algunos pasos estoy bastante orgullosa, especialmente del momento en el que superé un saliente de esos que hace medio año miraba y pensaba «eso tiene que ser imposible». Intenté subirla varias veces sin conseguirlo, ya cansada de otras subidas, pero no quería bajar sin intentarlo. Estaba cada vez más frustrada, hasta el punto de morderme el labio y hacerme sangre (jo, que orgullosa estoy de mí misma…), pero después de no-sé-cuántos intentos, simplemente me dije «bueno, ahora lo haces», y «ataqué la roca» casi literalmente con uñas y dientes. Pegué un grito y estaba arriba – casi se me saltaron las lágrimas de alegría y orgullo. No porque pensara que el paso fuera muy difícil para un escalador, probablemente cualquiera con un poco más de fuerza en los brazos lo haría con relativa facilidad, sino porque sentí que realmente me había superado a mí misma.

¡Buenos días! – Lo primero que vimos después de una noche emocionante.

 

Ohhh…

¡qué alto!

Yuhuuuu

Anochecía ya bastante pronto, y alrededor de las seis empezábamos a preparar la cena. Había que bajar a la furgoneta y decidir qué paquete sacrificar de la caja de víveres, encender el fuego y cocinar lo que sea que habíamos elegido sobre una parrilla improvisada. Fueron perritos calientes y hamburguesas que devorábamos con hambre después de sobrevivir el día sólo con agua y bocadillos de queso. Bajábamos todos los días al centro comercial de Stryn, donde usábamos el baño, y en uno de esos viajes aprovechamos para comprar cebolla frita, ketchup y mostaza, así que los perritos calientes no estaban nada mal. De postre tuvimos también nubes semiderretidas y tostadas sobre el fuego – una delicia. Todo sabe el doble de bien si se come al aire libre, alrededor de un fuego, satisfecha con el día y contigo mismo, y en buena compañía… Nos íbamos a la cama bastante pronto. Total, no había nada más que hacer, y se estaba más calentito en el saco de dormir que fuera de él. El acantilado cubría lo justo para que no nos mojáramos con la lluvia, pero nos dejaba ver las estrellas cuando no estaba nublado, y así nos quedábamos mirando hacia arriba y hablando en susurros hasta dormirnos. Dormí genial, a mí me encanta lo de dormir fuera y despertarme sin alarma, con la luz y los sonidos de la mañana, aunque tengo que reconocer que la primera noche fue bastante emocionante. Justo cuando me estaba durmiendo, comenzó de repente un viento muy fuerte que revolvía la arena sobre la que dormíamos y arrastró las brasas que quedaban en e fuego, que comenzaron a volar alrededor de nosotros. Cuando nos levantamos a tratar de apagarlas, las colchonetas salieron volando. Al final sólo nos movimos un poco más hacia la pared del acantilado, nos apretujamos sobre las colchonetas que nos quedaban y lo dejamos todo para la mañana siguiente. Encontramos una colchoneta en un arbusto, una bolsa en un árbol un poco más allá y no perdimos nada importante, por suerte.

 

SOL

Paisaje rural desde arriba.

El miércoles por la mañana volvimos a meter todo en la furgoneta y emprendimos el viaje al Vestkapp. El viaje no se me hizo largo. El paisaje noruego es precioso, y disfruté del viento – en Flekke casi nunca hace viento. Además nos acompañaba Radio Norge, una emisora de radio que pone sólo clásicos: Bob Marley, Bob Dylan, Metallica, Guns’n’Roses, Pink Floyd, The Hooters… Bastante épico.

 

Un poco de nuestra banda sonora…

La cabaña en la que nos quedamos era encantadora. Desde ella se podía ver las montañas y un lago, tenía dos habitaciones, baño, un espacio diáfano que servía de cocina, comedor y sala de estar a la vez, con sofá y una televisión que ignoramos todos, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo. Desde ese espacio se subía una escalera in tanto inestable para llegar a una especie de balcón interior, directamente debajo del tejado, con otras cuatro colchonetas. Por supuesto, subí mi mochila enseguida y la puse con decisión sobre una de las colchonetas – no quería dormir en ningún otro sitio que no fuera ése. Me dormía con el sonido de la lluvia golpeando el tejado y a veces me despertaba por la noche porque el viento se había hecho más fuerte, y entonces cerraba la ventana y me quedaba escuchando…

 

Un cementerio precioso, aunque situado en un lugar un tanto macabro, justo encima de una de las playas de surf.

Durante la segunda mitad de la semana, el tiempo no acompañó tanto. Llovía, hacía mucho viento y las olas eran bastante fuertes y de alguna forma desordenadas. Era impresionante verlo, pero para hacer surf no eran las mejores condiciones, sobre todo para principiantes. Nos metimos en el agua el miércoles por la tarde y el jueves por la mañana (qué tortura ponerse el equipo, la camiseta interior, el traje de neopreno, botas y guantes y una capucha, especialmente cuando está mojado). No conseguí levantarme sobre la tabla más que unos segundos, pero la sensación cuando pillas bien la ola y sientes el tirón debajo de ti es genial, como si estuvieras volando, aunque estés tumbado o de rodillas. Una vez salí demasiado, y me vi atrapada en las olas. Venían tan seguidas que no tenía tiempo para pillar una y dejar que me arrastrara a la playa, y lo que avanzaba remando con los brazos lo retrocedía con la corriente. Al final logré llegar a la playa, usando toda la fuerza disponible, pero pasé bastante miedo.

Esta es la carretera que teníamos que bajar y subir cada vez que íbamos a surfear. ¿Quizá el cementerio era más por esto que por el surf en sí?

Volvíamos a la casa completamente exhaustos. Por suerte a Chris le gusta cocinar, y lo hacía tan rápido y bien y rechazando toda ayuda que era casi imposible echarle una mano. Acabábamos el día acurrucados en el sofá, leyendo Siddharta unos, un libro de economía el otro y mi colección de cuentos noruegos yo. La cena estaba deliciosa, y después casi no me podía mover, disfrutando de esa combinación maravillosa de cansancio físico, una ducha caliente, el estómago lleno y un cojín mullido en la espalda. Madre mía, la vida es un continuo sufrimiento, ¿eh?

El jueves por la tarde fuimos a la playa a echar un vistazo, y la visión de las olas rompiendo en la playa y el recuerdo de la sensación del neopreno mojado nos disuadió de volver a meternos en el agua. Pero como habíamos pasado algunas horas dormitando en la casa después de almorzar, no me apetecía volver enseguida, y decidí caminar los tres kilómetros de vuelta a la casa en vez de ir en coche. Se sumó primero Andris y acabó con Chris conduciendo solo…

 

Vestkapp

Realmente se notaba que estábamos más al norte que en Flekke. Las montañas no estaban cubiertas de árboles como lo están aquí, sino sólo de hierba y algunos arbustos desperdigados, y el paisaje parecía más expuesto, de alguna manera desgastado por el viento. Decenas de torrentes bajaban las montañas para desembocar en el fiordo a un lado o al otro y asemejaban venas o líneas dibujadas con tinta. No había muchas casas y la mayoría eran pequeñas, de una planta y se mimetizaban con los colores oscuros, viejos en los que estaba pintada la madera. Daban la impresión de agacharse para estar lo más cerca del suelo posible y evitar el empuje del viento. Creo que incluso las ovejas increíblemente lanudas que pastaban por todos los lados hacían lo mismo. Me gustó mucho la sensación de despejado en el mirador en el que paramos para «evaluar la situación», la humildad de las casas, la gama simple de colores: el blanco de las ovejas, el verde de la hierba, el gris del fiordo, las nubes y la carretera, y los tonos oscuros de las casas. Por supuesto, nos llovió, y llegamos empapados, aunque contentos.

 

Me tocó un grupo muy bueno: no conocía muy bien a ninguno de los primeros años, y Andris, el único segundo año que vino, es la mezcla perfecta de alguien con el que no paso mucho tiempo pero que me es familiar: fuimos a Ridderrennet juntos, estamos en las mismas clases de Biología e Historia… Me cae bien y nos conocemos lo suficiente como para que no sea incómodo ni tengamos que hablar todo el tiempo. Me di cuenta más tarde de que fuimos nosotros los que cortamos la leña para el fuego, los que subíamos y bajábamos la comida los días que pasamos en el acantilado… Creo que nos era más fácil trabajar en equipo por el hecho de haber pasado un año en el mismo sitio, trabajando de forma parecida. En resumen, tenía el espacio que necesitaba después de mes y medio de burbuja, y al mismo tiempo alguien con quien podía contar. También nos lo pasamos muy bien con Chris. Es uno de los profesores que prefiere mantener distancia con el campus y no saberlo todo acerca de nosotros, pero al mismo tiempo nos entiende bastante bien. Tiene un humor sarcástico y nuestras conversaciones sobre las leyes de la física, los agujeros negros, la seguridad social noruega y el sistema de bienestar durante la cena fueron muy interesantes y en ocasiones, cuando derivaban hacia gatos que brillan en la oscuridad y memorias de cuando nuestro colegio era mucho más relajado en cuanto a reglas, nos dolía la tripa no sólo de mantener la tensión sobre la tabla de surf, sino también de los puntuales ataques de risa.

 

Nosotros  (de izquierda a derecha: Olve, yo, Ingrid, Chris, Andris, Jonah y Fidel) por delante…

… y por detrás.

El semestre que viene tenemos dos PBLs, que los primeros años ocuparán con el curso intensivo de primeros auxilios y el Modelo de las Naciones Unidas. Durante la primera, yo estaré impartiendo el curso, ya que soy parte del grupo de primeros auxilios del colegio, y en la segunda me he apuntado para ayudar con la logística (hacer de guarda jurado, mensajero, etc.), ya que me apetece observar la simulación desde fuera y, a decir verdad, ver cómo se desenvuelven mis primeros años… Así que mis PBLs «de verdad» se han acabado. He tenido una suerte tremenda, conseguí mi primera opción en ambas y fueron experiencias increíbles, dos de las mejores semanas de estos dos años. El año pasado fue la expedición al glaciar y esta vez, una semana de escalada y surf, y aunque fueron dos excursiones muy distintas, en las dos aprendí mucho y las disfruté al máximo. Me alegro de estar segura de eso, porque ahora que estoy en la segunda mitad de mis dos años y me asalta a veces una sensación casi de despedida o de final, sé que no tengo una segunda oportunidad para mejorar o corregir… Esto es lo que hay, y estoy satisfecha con lo que he hecho.

Hoy es domingo. Ayer volvieron casi todos los viajantes. Gray me trajo chocolate Ritter Sport de Berlín; Mette, Mia y Kris tenían algunas buenas historias que contarme de Praga… Quien ha venido también es el invierno, con su habilidad de helarme la nariz en los dos minutos que tardo de la kantina a Denmark House y su manía de convertir las cuestas del campus en toboganes mortales, casi imposibles de superar. Con la primera helada nos damos cuenta de que todos los años empezamos de cero el apredizaje de mantener el equilibrio sobre él. Mañana comienzan las clases, y no tengo nada de ganas. Pero bueno, hoy Wiktoria y yo nos hemos dado cuenta de que teníamos que abrir cuatro puertecitas del calendario de adviento porque se nos ha pasado la fecha, y sólo quedan tres semanas y media para las vacaciones, endulzadas por el trozo de chocolate que nos toca cada mañana…

*P.S.: Algunas fotos son de Andris e Ingrid – ¡Muchas gracias!

schuhplattler y castañuelas

11 Nov

Hace ya casi tres semanas tuvimos European Day en el colegio. Es uno de los «días culturales»; los otros tres son African Day, Asia and Pacific Day, y Las Américas Day. Son días en los que los estudiantes de los países incluidos tienen la oportunidad de mostrar a los demás su cultura, el lugar con el que se sienten identificados, de contarnos lo que consideran importante, interesante, divertido o fascinante de la sociedad de la que vienen y de alguna forma, explicar por qué ellos mismos son como son, y se comportan como lo hacen. Hay un día cultural al semestre, de forma que a lo largo de los dos años que pasamos aquí, cubrimos todos los países y cada persona tiene la oportunidad de representar el suyo.

Solemos seguir siempre un esquema bastante parecido, con una sorpresa para despertar a la gente y empezar bien el día, un bazar con un puesto para cada país, en el que se muestran fotos, presentaciones, instrumentos de música, folletos turísticos, libros, un aperitivo… En la cena se sirven platos típicos del continente en cuestión y después viene el show, lo más esperado del día, con bailes, canciones, sketches y todo tipo de actos y «performancias».

La intro a nuestro European Show – Fannie, Alma y Fann con su cabaret

Para mí fue una experiencia muy interesante, ya que representé a España y a Alemania a la vez, aunque de forma muy distinta… Quizá debería explicar para aquellos lectores que me conocen menos, que a pesar de haber vivido siempre en España, me siento muy alemana. Cuando me presento, sobretodo aquí, donde el país es la coletilla que se le añade al nombre, digo que soy «mitad-mitad», y a veces me molesta el un poco comentario crítico de «pero tú has vivido toda tu vida en España, ¿no? ¿Y en tu pasaporte dice que eres española?», porque para mí todos los libros que me leyó mi madre durante mi infancia, desde Robin Hood hasta el Rey Arturo, pasando por todas las Aventuras de los Cinco de Enid Blyton; las galletas de Navidad, calendarios de adviento y cartas del Christkind; las páginas que escribía refunfuñando, montando bronca y a duras penas todos los días en mi cuaderno de alemán; el conejo de pascua, que encuentra el camino a nuestra casa todos los años, sin importar que tuviera que esquivar los coches y autobuses de la Avenida de los Toreros o se le helaran los pies en la nieve de Puentetoma; los veranos que pasé en Ennepetal, visitando a Oma Herta; todos los libros, canciones, películas, bromas; nuestro grupo de alemanes aquí en RCN… No sé, es mucho más que un pasaporte o un país en el documento de identidad. Es algo que creo que la gente entiende cuando me pregunta, y siento que es algo que yo y las demás personas aquí que son «mezclas», que no hay pocas, aportamos a esta burbuja de descubrimientos y nuevos puntos de vista.

 

Priit y Marit, de Estonia, con un ritual pagano – algo completamente nuevo. Me recordó un poco a una coreografía de Pina Bausch que vi una vez en youtube. La voy a colgar aquí, aprovechando… De show en show…

También soy consciente de que tengo una imagen bastante idealizada de Alemania. Al fin y al cabo, las únicas impresiones que tengo del país son las vacaciones libres de preocupaciones en casa de mi abuela, con autobuses que siempre llegan puntuales y helado con sabor a chicle, y sus paquetes llenos de ingredientes para galletas que llegaban unas semanas antes de Navidad, mientras que de España conozco también los aspectos negativos. Me sigo sintiendo española, por supuesto, pero cuando se trata de patriotismo en el sentido más típico de la palabra, me cuesta incluso más en el caso de España que en el caso de Alemania.

A lo que iba. Comenzamos el día con un desayuno en el salón de nuestra casa, con chocolate caliente y panecillos, y cuando entramos en la kantina al mediodía, pudimos admirar el trabajo del comité de logística – cadenas de banderas colgaban de una esquina a la otra de la sala, las paredes estaban decoradas con las siluetas de edificios famosos de Europa, y las mesas estaban dispuestas en forma de avión. Nuestro leitfaden era la idea del Eurotrip, del viaje por Europa que hacen tantos estudiantes de nuestro colegio durante las vacaciones.

Yo me encargué del puesto español en el bazar, ya que mi primer año no pudo estar ese fin de semana. No tuve mucho tiempo para prepararlo, pero mi tercer año me había dejado castañuelas, una baraja española y algunas otras cosas, y yo tenía mi abanico. Alberto me dejó su traje regional andaluz, con la faja roja y el sombrero negro, y como no tenía otra cosa más española que ponerme, decidí llevarlo. En conjunto me di cuenta de que la España que estaba representando no tenía mucho que ver con la España de la que realmente me siento parte. Además, como es natural, la gente un sábado por la tarde viene a curiosear, a echar un vistazo, y estaban más interesados en mis bocaditos de pan tostado con aceite de oliva y jamón serrano (que, hay que reconocerlo, estaban para chuparse los dedos) que en mis descripciones de Madrid o las fotos de Puentetoma con medio metro de nieve. Así que ahí estaba yo, con pinta de torera, enseñando a tocar las castañuelas, y la gota que colmó el vaso fue cuando Mais, de Jordania, me preguntó cómo se decía algo en español, y la palabra comenzaba por r, y me salió el acento alemán con especial fuerza. Me sentí una española un poco fracasada, una representante bastante mediocre…

 

Nuestros muchachos noruegos. En el orden final: Eivind, Olve, Halfdan, Henrik, Fredrick y Andreas.

Menos mal que la parte alemana fue mejor, desde las cervezas sin alcohol que compartimos Meta, Mia, Raphael y yo acompañando a lo que quedó de mi paquete de lomo ibérico. La cena europea quedó bastante deslucida, más que nada por los recortes de presupuesto que ha habido este semestre. En mi opinión, fue bastante injusto que se aplicaran también a nuestra cena, que no se pudo comparar con la cena africana o la asiática del año pasado.

Por fin, el show. Fue muy, muy bueno, en eso estuvieron de acuerdo varios profesores, que son la fuente más fiable, ya que lo pueden comparar con otros shows europeos. Casi todos los países estaban representados, y aunque fue bastante larga, no se hizo aburrida. Desde cabaret hasta un ritual de Estonia; desde una canción irlandesa que trataba de convencernos acerca de las ventajas de un caballo sobre cualquier tipo de coche hasta una canción y un baile tradicional del este de Europa muy simples de ritmos y movimientos, pero que creaban un efecto precioso cuando se combinaban y alternaban las voces de los distintos grupos, juntándose y separándose; desde un encantados sketch noruego, que, cómo no, fue muy, muy «koselig», hasta nuestra increíble «performancia» alemana…

Tuvimos miedo desde el principio a que nuestro show se hiciera aburrido. Una de las desventajas del hecho de que la cultura occidental se haya expandido tanto (nótese el elegante eufemismo que evita el término «colonizado») es que es difícil mostrar algo nuevo. Sin embargo, quiero pensar que logramos sorprender a nuestro público al menos tanto como nos sorprendimos nosotros de nuestra propia variedad…

El número alemán lo creamos a partir de una canción que circuló por el colegio estos meses, sobre un tipo que realmente no quiere irse de la discoteca, sin importar que sea una chica la que intente llevárselo a casa, o el guardia de seguridad trate de echarle, y simplemente quiere seguir bailando, y un baile tradicional del sur de Alemania. Así que combinamos la vida nocturna de Berlín con la fiesta tradicional de las montañas bávaras, y el resultado fue bastante gracioso. El caso es que nos lo pasamos muy, muy bien pintando, practicando, golpeándonos los muslos y probando el efecto de distintos bikinis (por cierto, ¡la del bikini soy yo!). Este año, el grupo «germano-parlante», como nos obliga a llamarlo Raphael, de Suiza, es genial. Os dejo con los vídeos de la canción original, del baile en el que se inspiró nuestra coreografía y del resultado de la combinación. Al igual que los otros vídeos, los grabó Naomi, de Hong Kong… ¡Muchas gracias!

Nein Mann – Laserkraft 3D

Los mozos de Kohlrösl-Buam Gilschtal «schuhplattlereando»»

 

Nein mann… Integrantes: Ben, Raphael y una servidora «luminosos» y Meta, Mia, Max, Josy y Raphael de nuevo, dándolo todo en el Schuplattler.

Me he dado cuenta de que los vídeos no hacen mucha justicia a los números. En el momento, fue mucho más emocionante – ¡al menos esaimpresión tuve con los demás!

DH203

Las vacaciones van bien. No estoy trabajando tanto como había planeado en un principio, pero bueno… El martes volvió Wiktoria, mi compañera de habitación, de pasar unos días con su familia, y trajo un montón de decoraciones navideñas, unas pegatinas de pájaros de estilo japonés y un ambientador de vainilla, además de calendarios de adviento para todas. Ahora vivo en una habitación que parece la tela de una araña ligeramente drogada por el consumo descontrolado de galletas navideñas, con una cadena de luces que va de una esquina a la otra, dando dos vueltas a la lámpara central. Y cuando entras en el baño, casi puedes oír las cataratas de Japón y el piar de los ruiseñores, mientras tienes a la vez la sensación de flotar en pudin de vainilla. Por el ambientador, se entiende. Es precioso, porque cuando las luces se reflejan en mi ventana, parece que los árboles de fuera estén decorados. Así al menos nos alegra un poco el anochecer, que llega ya a las cuatro y media. En cuanto a los calendarios de adviento, hemos decidido que nuestra cuenta atrás será a la cena de Navidad. Eso significa que empezaremos a abrir puertecitas casi como que ya… Algunos envidiosos se burlan, pero ya sabéis, ándeme yo caliente (léase «iluminado»), y ríase la gente. Nunca es demasiado pronto para estas cosas.

 

Ya que estamos musicales, aquí la banda sonora de nuestra acción de decoración. Prueba cantar esto subida en una silla montada en una mesa, son un martillo en una mano y una chincheta en la otra, tratando de hacer una estrella gigante encima de la puerta del baño…

Aparte de convertir nuestra habitación en una fábrica de espíritu navideño, también hemos tenido nuestros propios festivales de cine individuales, que en mi caso ha consistido de una revisión de Star Wars con Rodrigo, para la que he hecho palomitas de verdad, de esas que salen del maíz y no de una bolsa marrón que se mete en el microondas. También nos comimos medio fuet y varios bollos de canela. Un festín, vamos. Ayer vi Boondock Saints con Wiktoria, Álvaro y Alonso, una mezcla muy buena entre humor, violencia y amistad, con la mafia rusa, dos hermanos irlandeses y un forense apasionado de la música clásica de moral un tanto peculiar. Muy buena. También han caído dos películas alemanas: Hace un año en invierno, de Caroline Link, una película preciosa sobre la pérdida, el arte y las relaciones entre los miembros de una familia, y Querido muro, una comedia romántica que tiene lugar a ambos lados del muro de Berlín. Un poco típica y superficial, pero entretenida. Oh, y el martes tuvimos una noche de Bollywood en nuestro cuarto. Cocinamos una olla enorme de arroz (¿soy la única que siempre calcula mal con el arroz?) con curry y pimientos y vimos una película escogida por Sangita, de Nepal, experta en este tema.

El fin de semana que viene será menos fiesta, y más trabajar.

Último video, ¿vale? Pero encontré esto buscando la canción anterior, y no pude resistirme. Vaya madre más atrevida…

eseitís y vacaciones

6 Nov

¡Vacaciones de noviembre! Esa semana sin clase para la que ya estábamos contando los días hace un mes. Desde el jueves se han ido yendo los distintos grupos, mañana se va el resto: el de Praga, los que se van a Berlín, de los que me he despedido con un poco más de envidia (de la buena, por supuesta), los nórdicos, de los que la mayoría se va cada uno a su casita… Las comidas son mucho menos ruidosas, el campus está más vacío y no es tan difícil pillar una lavadora libre en Uncle Tom’s Cabin. La verdad es que cambia todo el ritmo del colegio, sobretodo durante el fin de semana, los dos primeros días de las vacaciones. La piscina está llena de gente, se usan más las cocinas de las casas para hacer bollos de canela y calentar pizzas y cuando bajo al pasillo de Denmark House, parece que Dios acaba de repetir la jugada de la torre de Babel: todos aprovechan para «eskypear» con sus familias, que seguramente ya los daban por desaparecidos: Omar en árabe, Jimmy en español, Axel en sueco… Se agradece mucho este ambiente relajado, después de los últimos meses…

Para mí no ha sido un comienzo tan idílico, ya que ayer escribí mi SAT (pronunciesé «eseití») 1, un examen necesario para estudiar en los Estados Unidos. Es algo a lo que he tenido rabia desde que comenzó el año. El SAT, o Standard Aptitude Test 1 es un examen que supuestamente evalúa nuestro conocimiento básico en matemáticas, comprensión lectora y escritura, pero en realidad no funciona, al menos no para nosotros. Viene de un sistema educativo completamente distinto tanto del que estábamos acostumbrados en nuestros países de origen como del que usamos aquí. En los colegios de secundaria estadounidenses se prepara a los estudiantes para estos exámenes con prácticas constantes, metiéndoles la estructura, la forma de contestar, el control del tiempo en la cabeza, mientras que para nosotros es algo completamente nuevo que se añade a todo el trabajo que tenemos ya de por sí, que además tenemos que pagar y para lo que adquirimos un conocimiento que no nos sirve para nada más que para esas seis horas. Eso sin contar que para nosotros el inglés es nuestra segunda o tercera lengua.

La experiencia en realidad no fue tan mala. No estaba nerviosa, porque estaba convencida de que había hecho lo humanamente posible por estar preparada, y sabía más o menos lo que me esperaba. Además, no era la única, éramos como treinta personas los que nos levantamos el sábado a las siete de la mañana y nos fuimos con nuestra calculadora, dos lápices del número dos, una goma, un sacapuntas y algo para picar al Hoegh. El corrillo que se formaba en los descansos alrededor de una bolsa de pan de pipas del Hacendado casi se podría describir como «koselig» (unos post atrás escribía sobre la imposibilidad de traducir este adjetivo, que se puede usar para describir tanto un gato ronroneando en tu regazo como una tarde que pasas en tu rincón con té, chocolate y una buena amiga). El examen consiste de diez secciones de preguntas tipo test: tres de matemáticas, tres de escritura (una de las cuales es un ensayo), tres de comprensión lectora y una décima que puede ser de cualquier grupo y se usa para estadísticas, pero no influye en nuestra nota. Claro que nosotros no sabemos cuál es. Las secciones duran 20, 25 o 10 minutos y lo que más fastidia no es la dificultad de las preguntas, sino el poco tiempo que hay para contestar y la velocidad a la que hay que pensar. En general, creo que no me salió mal. Las secciones de matemáticas fueron mis preferidas, ya que no eran especialmente retorcidas y siempre me ha gustado resolver problemas. Sin embargo, en las secciones de inglés hubo algunas preguntas en las que dudé bastante. Por un lado, encontrando minúsculos errores de gramática y eligiendo la mejor alternativa entre cinco opciones que en muchos casos eran bastante similares, o encontrar la palabra que mejor encaja en un hueco entre un puñado de términos que parecen sacados de un tratado sobre lingüística, escrito encima por alguien extremadamente redicho. Menos mal que al menos tenía la ventaja de hablar una lengua romance, con lo que pude reconocer las raíces latinas y deducir los significados de algunas palabras, pero aún así… Por otro lado, había preguntas sobre la intención del autor en distintos textos, la relación entre dos extractos, etc., y las opciones eran tan parecidas y abstractas que a veces tenía la sensación que al menos tres de ellas eran perfectamente válidas y justificadas, y no se trataba de responder lo que creías correcto, sino lo que creías que el SAT consideraba correcto… En fin… Luego las universidades son comprensivas y tienen en consideración que tenemos desventaja, pero es frustrante estar sentada ahí seis horas y pagar 78 dólares sólo porque quieren que pasemos todos por el mismo canal. Me pregunto a dónde va todo el dinero…

Como dice nuestra profesora de español, aquí todo con alegría. Así que mañana me apuntaré para los SAT 2 de diciembre. Esos son más cortos y van por asignaturas. De nuevo, da absolutamente igual que asignaturas escoja – lo que quieren es un papel que diga que he tomado dos SAT 2. Así que para mí será alemán y mates, probablemente. Casi me da vergüenza, pero bueno…

El caso es que lo he sobrevivido sin más secuelas que una sensación general de embotamiento y un ligero dolor de cabeza, pero creo que los daños no son permanentes. Así por lo menos tuve la excusa perfecta para no hacer nada de utilidad el resto del día. Me dejé mimar por Mia, mi primer año alemán con un té sabor a «flirteo atrevido» (suena mejor en alemán), me quedé dormida en la cama de Rodrigo mientras veíamos V de Vendetta por ser el 5 de Noviembre, me duché, me fui a cenar, pasé mi turno de socorrista escuchando el nuevo disco de Tom Waits que me ha pasado Max. Buenísimo, por cierto. Todavía no lo he escuchado suficientes veces como para acordarme de todas canciones, pero al menos New Year’s Eve es preciosa. Entre el saxo que se puede distinguir en el fondo, la letra y la voz del cantante casi se puede sentir sobre la piel la melancolía que aparece a veces alrededor de la Navidad… Los latinos andaban haciendo el tonto con las piraguas, la habitación 201 de Denmark House estaba intentando convencer a Ben de que se metiera en la piscina fría y Ieva y Vita, primer y segundo año de Lituania, disfrutaban de los chorros de agua.

Más tarde hice una olla enorme de palomitas, que sabían muy, muy, muy parecidas a las de Juanjo, y Rodrigo y yo nos las zampamos durante los primeros veinte minutos de El ataque de los clones. Casi me siento como si estuviera en Puentetoma, y estos días que tenemos visita de Elsie, la hermana pequeña de Olga, mi compañera de cuarto, es una pena que no pueda venirse Uli. Tengo la impresión de que se llevaría genial con gente como Rodrigo. Hoy probablemente haremos la otra mitad del paquete de maíz para acompañar La amenaza fantasma. Se han sumado también Álvaro y una promesa de bollos de canela… A ver si es verdad.

A partir de mañana sí que voy a ponerme a trabajar, pero de vez en cuando estos fines de semana sabáticos no vienen nada mal… Me tomaré el tiempo de escribir más a menudo, al menos durante esta semana. Un beso desde el relax absoluto…

on the run

15 Oct

Cuando comencé este post hoy por la mañana, no pensé que tenía todo esto guardado, que escribiría tanto, pero me ha salido un artículo bastante largo. Ni siquiera tengo fotos para aliviar entre párrafo y párrafo los ojos cansados, así que… Bueno, ¡quedáis avisados! A veces toca esto, entre tardes de Bob Marley y excursiones de escalada…

«Lovely Lea! See you soon! Enjoy the weekend. ❤ – Sangita & Sukeji», dice la nota que me he encontrado en mi escritorio al volver de un desayuno tardío o un almuerzo temprano. Es de mis dos maravillosas compañeras de habitación del primer año, a las que ya he cogido un montón de cariño. La verdad es que he tenido una suerte tremenda con mis compañeras de cuarto, y Denmark House 203 es la mezcla perfecta de aire fresco y olor a velas o perfume, de pequeños detalles y decoraciones que la hacen acogedora, como nuestra tetera en la mesa central o los farolillos chinos que cuelgan de la lámpara, de estudio y diversión, de arte y música, ni demasiado desordenado, ni demasiado estricto, con un baño limpio y caótico en su justa medida. Siempre dejamos un mensaje de despedida en la puerta o en las mesas de los demás cuando nos vamos por unos días, deseando un buen fin de semana o prometiendo traer helado si vamos a la ciudad, así que la nota en mi escritorio no tendría por qué ser nada especial. Sin embargo, el motivo por el que Sukeji y Sangita van a estar fuera estos dos día sí es bastante especial: como la inmensa mayoría de los primeros años, van a participar en un juego de rol sobre refugiados, una actividad organizada por la cruz roja que tiene lugar en nuestro colegio todos los años. El año pasado yo participé, pero creo recordar que no llegué a escribir sobre ella, así que he pensado que ahora que veo a mis amigos aprendiéndose los nombres y edades de sus «familiares», de la gente en su grupo, llenándose los estómagos de arroz con leche, vestidos como una cebolla, nerviosos y expectantes, cuando vuelven recuerdos y sensaciones del año pasado, aparece una preocupación casi maternal (¡preocupante!) y me pillo preguntándoles si han comido suficiente, si llevan ropa interior térmica y guantes, ahora sería un buen momento para escribir sobre mi experiencia…

El juego de rol se llama «på flukt», que en significa algo así como «huyendo», y, como mencioné antes, es organizado por la Cruz Roja. Se trata de experimentar durante 24 horas la vida de un refugiado que está huyendo de un conflicto o de una situación de miseria y viene a otro país buscando asilo. Los controles, la discriminación, el maltrato, las dificultades para encontrar un sitio donde dormir y comida, la ayuda de organizaciones humanitarias, que a pesar de ser limitada, siempre es bienvenida, el miedo, es estrés, el no saber dónde estás ni qué hora es ni lo que va a pasar, la necesidad de esconderse cada vez que pasa un coche, de correr cuando viene la policía, de cuidar de otros en una situación extrema, de caminar y caminar por la noche, sin dormir apenas… Estas 24 horas te proporcionan una pequeña dosis de cada una de estas sensaciones.

Yo no me arrepiento de haberlo hecho el año pasado, aunque desde luego no fue una experiencia que disfrutara. Tampoco está hecha para ser disfrutada. La peor parte para mí no fue el andar por horas en la nieve, subiendo montes y entrando y saliendo del bosque, sin una meta exacta, o seguir la carretera de noche sin reconocer a nadie más que a quien está caminando a tu lado, y esconderse o echar a correr cada vez que viene un coche… Mientras estaba fuera y podía respirar aire fresco y moverme con relativa libertad, no me sentía demasiado mal. Fue el tiempo que pasamos dentro lo que más me afectó. Primero los controles antes de poder salir del país: vaciar nuestras mochilas una y otra vez y tener que buscar nuestras pertenencias entre un montón enorme de ropa, para luego tener que volver a echarlas diez minutos después, ser cacheados y que nos quitaran los relojes, alguna comida que habíamos intentado llevar, pasar por el médico y algunas pruebas físicas completamente carentes de sentido… Mientras esperábamos en los pasillos llenos de gente, vestidos con demasiada ropa, apretados y agobiados me invadió una sensación febril, fue horroroso. Los guardias, oficiales y médicos devoraban hamburguesas y platos de comida mientras los mirábamos y después de ser empujados de una habitación a otra por horas, ya no sabía qué pensar o hacer.

También la simulación de la frontera fue bastante impresionante. De noche caminamos a Flekke y sabíamos que podríamos dormir por un tiempo en un «campamento de la Cruz Roja» después de la frontera, y que nos darían comida, pero antes estuvimos esperando quizá media hora o una hora entera, con militares gritándonos, forzándonos a hacer dominadas, a arrodillarnos, a levantar las manos, todo por capricho…

En conjunto creo que fue una experiencia valiosa, aunque no estoy segura de que realmente mejorara tanto mi comprensión de la vida de un refugiado. Es cierto que vivirlo es distinto a imaginárselo, pero nada de lo que me ocurrió fue sorprendente o completamente inesperado. Sorpresa en ese momento, sí, pero no inesperado. Otra cosa que caracterizó nuestra experiencia fue, que algunos de los actores o instructores de la actividad fueron nuestros segundos años. Normalmente se supone que son todos externos al grupo de participantes, de forma que no los conoces y no los ves después, pero aparentemente no tienen suficiente gente para hacer eso. No creo que sea una buena idea. Quizá lo exagere un poco, porque al fin y a cabo todos sabemos que es un juego de rol y por supuesto no lo extrapolamos a la realidad, pero no puedes evitar personalizarlo. El año pasado, sé que para los actores fue una experiencia tan intensa como para nosotros. El ser tan crueles e injustos y casi violentos con nosotros los afectó de varias formas. Algunos consiguieron verlo como un ejercicio y superar el mal sabor de boca con una buena noche de sueño, otros se asustaron al pensar que quizá se estaban metiendo demasiado en el papel, que no se daban cuenta de que eran personas, sus amigos, esa gente a la que estaban maltratando, que consiguieron eliminar eso de sus mentes durante el ejercicio, y unos pocos casi se derrumbaron después de horas de intimidar a sus amigos y a la gente con la que vivían.

A mucha gente le resultó fácil «cambiar el chip» una vez acabado el juego de rol. A mí no tanto, y sé que a otros les pasó lo mismo, de ambos grupos, de los actores y de los participantes. No me sentí distanciada ni mucho menos de los que habían sido mis «maltratadores», más al contrario: la experiencia nos unió mucho en al menos dos casos. Pero durante días tuve esta sensación surrealista, y me sentía triste sin saber realmente por qué, y me asaltaban los recuerdos de vez en cuando.

Tengo que admitir que este año, cuando anunciaron que necesitaban a gente para ayudar en la organización, sentí curiosidad. Una parte de mí quería saber lo que se siente, si sería capaz de hacerlo, cómo reaccionaría en esa situación. Pero mi curiosidad, por muy grande que sea, tiene límites, y este es uno de ellos. Nunca había probado los juegos de rol, y la idea de estas dos realidades solapadas para mí es muy extraña, y me da miedo. Probablemente no sea tan extremo como lo siento ahora, pero tengo la impresión de que es muy fácil cruzar el límite, aunque sea por muy poco, y que entonces es difícil volver atrás y la situación cambia a algo completamente distinto. De todas formas, soy consciente de que es una impresión muy personal, y de para mucha gente probablemente sea más fácil controlar y separar estas dos realidades que para mí.

Aprovecharé el fin de semana para trabajar. La diferencia se nota un montón, el campus parece vacío. Pero no puedo evitar que mis pensamientos vuelvan con frecuencia al año pasado, o me imagine a mis amigos que están pasando por algo parecido mientras escribo. Vamos a calmarnos, que al fin y al cabo sobrevivirán, y sé que mis preciadas compañeras de habitación volverán sanas y salvas… Espero que salga bien y sea una experiencia interesante y valiosa para todos.

trolls, voodoo y una ducha fría

29 Ago

Bolsa de la colada, detalle

La verdad es que no sé muy bien cómo pasó, pero fue una batalla encarnizada… Eso sí, yo convertí a Viktorija en una obra de arte mientras que ella me llenó la cara (¡y los dientes!) de negro y verde.

Lunes, primer día de clase. Ya notábamos los nervios ayer, cuando tuvimos una reunión en el salón de actos para recibir nuestros horarios y explicar el sistema de clases a nuestros primeros años, y después de la feria de actividades que tuvimos después, para la que me reclutaron en el último momento, y de ir en bici a Flekke con Scott porque pensé que se me había olvidado allí el abrigo rojo (¡¡no panic, está aquí!!), lo único de lo que Katu y yo nos sentíamos capaces era de sentarnos en nuestras camicuevasllenas de telas y estrellas fluorescentes (primero en la de ella, luego en la mía), escuchar a Tom Waits y comer chocolate, fideos precocinados crudos y té en perfecta armonía, sin pensar en nada. Para la mayoría, ahora empieza de verdad el trabajo y se acaba el idilio vacacional de la semana pasada. Aunque ya lo sabía desde mucho antes, pero durante esta mañana se me ha hecho aún más claro que tendremos mucho trabajo este año y tendremos que sacrificar algunas cosas para dar lo mejor de nosotros en las clases y los trabajos…

El sábado, Fredrik y Oliver (Suecia), Scott (EE UU) y yo nos levantamos pronto y subimos entre la niebla y el rocío la montaña que separa Flekkefiord de Dalsfiord. Esto es Flekkefiord…

… esto es Dalsfiord…

… y esto es una roca y una nube pillados en fraganti.

¿Nos metemos en la catarata? Venga, vale. Oye, era una broma, pero bueno… ¿por qué no?

Aclaración: ¡Yo también estaba allí!

Por una parte, me gusta que hayamos empezado y por fin pueda entrar en el ritmo de trabajo en vez de andar empujando las tareas delante de mí indefinidamente, pero por el otro, soy consciente de que el aspecto académico es lo que más nos va a diferenciar y probablemente alejar de nuestros primeros años, y si ya de por sí es difícil mantener el equilibrio entre las amistades nuevas, emocionantes, y las que vienen de antes, más profundas e intensas, tengo miedo de perder contacto con algunas personas que realmente me han caído bien, y con las que he pasado bastante tiempo esta semana. Ya veremos. Quizá aquí también hay que sacrificar de vez en cuando, pero me imagino que lo que vale la pena, persiste…

La salida de la carrera del domingo a Flekke. Es una tradición del colegio y no sólo hay personas que van corriendo,…

… como la profesora de Filosofía, Summer, con Marta (Polonia) y Hala (Jordania),…

sino que también vamos andando…

… haciendo el tonto…

… sin hacerlo…

… escuchando música…

con un alce o sin él…

con compañeras de cuarto…

… y compañeros de cuarto.

¡Algunos no se movieron para nada!

De momento, me concentraré en lo positivo: la clase de matemáticas eficiente, estructurada, maravillosamente comprensible, con la misma profesora del año pasado, un repaso satisfactorio en historia, una paseo por la isla en Biología, con una introducción a nuestro próximo tema, la clasificación de los seres vivos según Carl Linnaeus… Me he prometido a mí misma concentrarme, no dejarme vencer por el estrés y la desesperación o la obesión que se comienza a manifestar entre algunos de mis coaños, y estoy convencida de que todo saldrá bien al final… Y esta noche Ben y yo hemos quedado en hacer un pequeño y simpático muñeco de voodoo positivo, solo por si acaso, como plan B digamos. ¡Nada serio!

La fiesta del sábado, en la que cada habitación se disfrazó de algo distinto. Fue una de las mejores fiestas de todos los tiempos y nosotras fuimos imbatibles disfrazadas de trolls, con vestidos cosidos a manos por nosotras mismas, hechas de sacos y tela vieja, cubiertas de barro, pecas y unas colas preciosas.

De izquierda a derecha: yo, Sangita (Nepal), Wiktoria (Noruega) y Olga (Finlandia)

Para darme ánimos, subo las fotos de este fin de semana, un gran final a la primera semana en Flekke…

Bolsa de la colada, detalle

gaviotas y arte IV

15 Abr

Post dividido en partes – consecuencia de verborrea extrema por contención forzada y de larga duración.

Para volver al buen tiempo, dejo atrás la sala de exposiciones y os dejo algunas fotos de esta semana, durante la cual hemos tenido un programa especial de entrenamiento por la tarde para nuestra actividad de Leiskule, término noruego que designa una especie de campamento al que van todas los chicos noruegos en algún momento de la educación primaria por una semana y hacen distintas actividades. Lo ofrecemos también en nuestro colegio, y cada uno de los estudiantes forma parte de un grupo que lidera una actividad un día a la semana, desde ahora hasta el invierno del año siguiente. A mí me tocó kayack, mi primera opción y ya os podéis imaginar cómo disfruté estas tardes en el fiordo con un grupo muy divertido. Menos mal que el tiempo hizo lo posible por acompañar el evento – incluso nos tiramos al fiordo para rescatarnos los unos a los otros…

Hoy acabó todo: tuvimos conejillos de indias (en el buen sentido de la palabra – estamos agradecidos), chicos de Flekke que se prestaron a salir al fiordo con nosotros y ponernos a prueba. Creo que salió bastante bien y ellos también se lo pasaron bien. También la exposición de Arte fue desmontada hoy, y me di cuenta del hecho (bastante dramático, en mi opinión) de que los estudiantes no se pueden llevar sus obras – falta de sitio en la maleta. Sin embargo, ellos lo parecen llevar bien. Además de quemas, nos encontramos un hombre de arcilla sentado mirando hacia el fiordo, y en la arena, debajo de la ventana del estudio de Arte, desenterramos varias piezas, no sólo de este año, pues algunas ya llevaban flora incluida. Una experiencia muy filosófica…

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PS: Feliz Día de la República – ya sé que me he retrasado un poco, pero… ¿no queremos que cada día sea Día de la República? Lea nunca llega tarde…

gaviotas y arte III

15 Abr

Post dividido en partes – consecuencia de verborrea extrema por contención forzada y de larga duración.

Aseel, de Palestina, y Astar, de Israel, tenían rincones contiguos y en cierta forma eran similares. Aseel trabajó mucho los distintos aspectos del conflicto israelí-palestino, y muchas cosas de las que vi durante mi visita a Rosana las reconocí en sus instalaciones. Una de ellas era el Acuerdo de Oslo tiroteado en una ventana, había una chica asomándose a una ventana y marcada como el objetivo de un fusil, un collage con distintos pasaportes palestinos, una prueba de la existencia de aquellas personas, y un pájaro blanco atravesado por una enorme lanza. Astar trabajó más la guerra en general: un punto de vista más positivo con una instalación acerca de sueños, y una obra muy impresionante inspirada en el libro Johnny Got His Gun, una novela de Dalton Trumbo y que relata la historia de un soldado mutilado casi hasta la inexistencia en la Primera Guerra Mundial, sin extremidades, rostro ni sentidos, que consigue comunicarse dando golpes con la cabeza usando el código morse, y que antes de morir desea ser exhibido como ejemplo de los resultados de una guerra con un cartel en el que se lea “This is war”, un deseo que le es negado en el libro, pero que Astar le concede. Escalofriante.

Oslo Agreement

Johnny Got His Gun

También estaba Michael, un chico árabe-israelí, residente en Israel, que se inspiró en la historia real de cuatro chicas de la sociedad nómada que se ahorcaron porque les fue prohibido ir a la escuela. Gracias a los espejos usados, el espectador podía ver los cuatro pares de pies colgando en el aire y los propio simplemente caminando al lado…

Zukhra, de Tajikistán, presentó varios retratos, autoretratos y representaciones de figuras femeninas muy interesantes, jugando con las posiciones del cuerpo, la luz y los espejos.

Alexandra, de Noruega, tenía como elemento principal dos vestidos, uno de novia y otro para un funeral que me hizo a medida (“Lea, te voy a usar a ti, que eres pequeña y no necesitaré mucha tela”): Fue muy divertido ayudarla y ver el resultado final, pero me gustó más sus pinturas y collage: mimos, una pareja casi abrazándose, dividida en varios lienzos, y una composición que utilizaba una calle cualquiera como fondo y mezclaba varias frases, acerca de calcetines que no pegan, el no poner metal en el microondas y no comer helado con queso.

Agnes (Suecia) tenía un rincón que creo que le hubiera gustado a Andrea igual, o más que a mí. Había trabajado con textiles: latas con abrigos de punto, tres pequeñas figuras montadas en un cojín flotante y lo que, para mí, era la obra maestra: una alfombra de punto usando… medias de seda.

Otras obras que me gustaron fue el vestido de Astrid (Dinamarca), bonito por fuera, pero iluminado desde el interior, donde guardaba basura, botellas vacías y otras cosas que debían ser escondidas… Nicholas (Noruega/Nueva Zelanda) expuso un lienzo cuyos autores éramos todos nosotros: un buen día se sentó en la kantina durante la cena y nos pidió dibujar nuestra idea de tiempo. Añado mi detalle, un hombre gris del banco del tiempo (leed o releed Momo, de Michael Ende, yo tuve unas ganas de hacerlo…). Y quizá veáis por allí un laberinto… Me encantó la cerámica esmaltada de Ingeborg (Noruega), una calavera y varios animales marinos, un detalle del cuadro Cycle, de Jennyfer, y otro de un cuadro de Anyuri, mi compañera de cuarto.

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Acabo con uno de los preciosos y delicados dibujos de Natalia (Ucrania), otra compañera de cuarto, parte de su ciclo Cycle of Life. ¡Uno de mis favoritos!

gaviotas y arte II

15 Abr

Post dividido en partes – consecuencia de verborrea extrema por contención forzada y de larga duración.

Observé los distintos caracteres de cada rincón y de sus creadores: se veía revolución e ironía, interés por las personas y sus semejanzas y diferencias, trabajo con lana y textiles, diseño de máquinas y una representación de su belleza y su brutalidad, la pasión por la música, la guerra y los muros, el viaje exterior e interior, las edades y los cambios por los que pasan los humanos… Temas en los que, me imagino, ocupan a muchos de nosotros.

Este pájaro de Tory (Estados Unidos) parece llevar un mantón de manila, de ganchillo, de encaje o de punto, que puede abrigarle, decorarle o pesarle tanto que no puede volar…

Maksim tenía la esquina más cínica y crítica con la hipocresía de la sociedad actual. Mis favoritos: una pequeña figura de cerámica, un miembro de la Iglesia, quemando un condón; una serie titulada Good news, de fotos muy conocidas de la guerra de Vietnam en las que superpuso a la fotografía una capa “positiva” brusca, de contraste, colorida y con motivos navideños, flores o juguetes.

Sin embargo, creo que el que más me gusta es el que he añadido más grande al final, donde a primera vista no se puede apreciar muy bien qué es lo que “falla” en esta imagen. Mientras que en las otras dos las expresiones de los retratados y el entorno destruyen en seguida la primera impresión de “buenas noticias”, en esta tardé unos segundos en reconocer que de los hombres que parecen estar simplemente caminando por la calle, en realidad uno le está pegando un tiro al otro.


Por último, está esta instalación, tristemente muy apropiada para nuestro colegio, donde poner candados y clavos a las cosas parece ser la única medida efectiva para evitar las continuas y vergonzosas desapariciones de cosas tan sagradas como la comida o los paquetes que llegan de casa.

Øystein tenía como tema las máquinas, su utilidad, su belleza y su crueldad. Había construido una máquina impresionante, una bomba de petróleo, que intentó poner en funcionamiento sin mucho éxito desde el punto de vista práctico, pero con el efecto deseado desde el punto estético, algo que se completó cuando quemó la maqueta a la noche siguiente. Además, encontramos el diseño de una máquina para hacer círculos en los campos de maíz, y un contraste impresionante entre un bonito vehículo parecido a un barco colgado cerca de la ventana y tirado por pájaros de papel y el dibujo de un cisne sufriendo aprisionado entre las pinzas de una máquina. También me gustaron los esbozos de figuras femeninas que había hecho con un modelo real. Me explicó cómo él mismo no estaba satisfecho con todas ellas, ya que para dibujarlo bien había que sentir la atracción hacia a mujer en cuestión, para capturar bien las curvas, formas y sombras, y me enseñó los dibujos o detalles en los que lo había conseguido.

Uno de los rincones que más me ocupó fue el de Linh, nuestra segundo año de Vietnam, lleno de colores en distintos cuadros. A parte de encontrarlos preciosos desde una perspectiva visual (por supuesto), fue curioso la percepción tan distinta que había tenido yo con respecto a la motivación inicial de ella, sobre todo en el caso de este cuadro, llamado Abortion.

Sin haber leído el título, la extraterrestre me parecía guapa, alguien hacia la que sentía simpatía, y que acariciaba a su hijo y estaba pensando en él. Mientras pensaba ésto, a mi lado Linh comenzaba a describir la crítica a la sociedad que representaba, que ella odiaba a ese alien, que había dibujado lo más fea posible y que estaba usando tecnología para librarse del bebé, de un error. Todo su rincón era una crítica a los valores de la sociedad occidental actual, y yo no estaba de acuerdo para nada con muchos aspectos de ésta.

También pasé tiempo delante de esta obra, Mirror, en la que podía ver a mi segundo año de Pakistán, Naina, una chica que da mucha importancia a los valores de su sociedad y que tiene una belleza muy natural, contrastando con la otra mitad del cuadro, un conjunto de recortes entre los que se puede reconocer una cara de una modelo. Linh quería representar su crítica al concepto de belleza que predomina en el mundo occidental hoy en día, el uso de cirugía estética para cambiar nuestros cuerpos, y el olvido de la “auténtica” belleza, la que nos viene de forma natural y por nuestra cultura. Al principio la forma en la que lo dijo no me gustó, pero ahora creo que lo entiendo mejor (si es que como Leo que soy, me dejo llevar demasiado por la primera emoción que aparece). En mi opinión, la cirugía estética no es nada malo o despreciable desde un punto de vista objetivo (yo no creo que lo haría), pero entiendo a tristeza de Linh ante el hecho de que una belleza como la de Naina no cumpla los estándares de una sociedad y que algunas personas consideren necesario cambiarla o eliminarla con cirugía.

sun and the city, snow and pigs

15 Feb

La casa de mi familia de acogida, casi enterrada en la nieve

“Me gustan los centros comerciales. Me gustan mucho los centros comerciales. Me encanta pasar el día en un centro comercial, gastar dinero si acaso está presente y revolcarme en el fango del consumismo para satisfacer los oscuros deseos de la parte maligna y sin principios de mi alma.”

Lea Sánchez Milde, alumna del Colegio del Mundo Unido RCNUWC en Flekke

El marco incomparable en el que vive mi familia de acogida

El martes nos dio Barbara la buena noticia: ¡Fannie, mi coaño de Canadá, y yo teníamos una familia de acogida! Se trata de un programa del colegio con el que familias residentes en la zona se pueden ofrecer para acoger estudiantes durante un fin de semana al mes, más o menos, y sumergirles en la “noruegidad” real. A pesar de que no suelen coger a europeos, porque…. no sé exactamente por qué, pero el caso es que hablan un poco de español y un poco de francés, y como Fannie es de Québec y yo de España, hacemos la pareja perfecta para que puedan practicar. Desafortunadamente, este fin de semana Fannie no pudo venir, así que el viernes por la tarde emprendí el viaje yo sola. Hacía una tarde preciosa, la primera de sol después de tres meses de lluvia y nieve, y el campus entero estaba radiante de alegría, paseando, haciendo fotos, riendo, corriendo, parados con la cara orientada hacia la fuente de calor, sentados en los bancos a las orillas del fiordo y disfrutando de los colores y del brillo de la nieve.

Sol, por fin. En el campus ya casi oíamos la primavera susurrando promesas de calor, baños en el fiordo, helados, crema de sol, excursiones… Pero la vuelta al gris h sido irremediable.

En Forde había mucha más nieve que en Flekke, más de metro y medio. Mi familia vive en un pueblo no muy lejos de Forde (una ciudad de diez mil habitantes, más o menos)) y tiene una casa muy bonita, con varios anexos en los que guardan la madera para la chimenea, las ovejas, las gallinas, el coche, los trineos y el tractor. Los padres se llaman Maalfrid, ella, y Ronny, él, y tienen tres hijos, dos chicas, más o menos de mi edad, Alisse y Silje, y un chico de trece años, Torbjorn, que con su pelo rubio y su seriedad me recuerda un poco a Uli. Se está genial aquí, un relax que no os podéis ni imaginar, después de esta semana llenas de exámenes de biología, presentaciones de literatura y “campaña electoral” para el consejo escolar. En lo que tengo la sensación de haber empleado la mayor parte del tiempo ha sido en comer, recreándome en la variedad y la calidad de la comida: gofres con mermelada de fresa, fruta, uvas heladas, lasaña, pizza, arroz con leche, pan con una gran oferta de distintos quesos y embutidos, miel, mantequilla de cacahuete, aceitunas, tarta, bombones de chocolate, zumo de naranja natural y otros caprichos que normalmente quedan insatisfechos en el colegio. Pero bueno, tenía que parar de vez en cuando, así que también hemos hecho otras cosas. El viernes por la tarde estuvimos jugando a las cartas y después fuimos a la única tienda que hay por aquí, una gasolinera-cafetería-supermercado que está abierta hasta las nueve de la noche. El caso es que aprovechamos la inclinación del pueblo, nos cogimos cada uno un trineo, pero no un trineo normal, sino un trineo 2.0 con volante incluido, y bajamos a toda velocidad por la carretera, que había sido limpiada, pero donde quedaba una buena capa de nieve aplastada e ideal para nuestro propósito, cogiendo las curvas a duras penas. ¡Fue una pasada!

Puh. Tengo la cara llena de nieve.

El sábado por la mañana volvimos a salir a la nieve y pude echar un vistazo a la cueva de hielo que habían estado construyendo Alisse y su madre el fin de semana pasado. Después nos estuvimos tirándonos cuesta abajo detrás de la casa con otro tipo de trineo más parecido a un recogedor enorme y flexible para sentarse: simple pero efectivo. Esto del transporte sobre nieve es un mundo.

Desde el interior de la cueva de hielo

Torbjorn, explorador de las regiones árticas

Silje fabricando habitantes de los cielos

Las sartenes-trineo

Silje, Torbjorn y Ronny en la meta, después de una de las muchas paradas a duras penas de la mañana del sábado

Por la tarde nos fuimos a Forde, donde estuvimos dando una vuelta por los múltiples centros comerciales de la ciudad, algo que después de seis meses de sequía comercial me hizo gracia, aunque cada vez que dividía el precio entre ocho para calcularlo en euros, me salía una sonrisilla incrédula. Este país es increíblemente caro. Pero fue divertido echar un vistazo por las tiendas noruegas. Una me gustó especialmente: “Ting”, una tienda de diseño en la que vendían de todo un poco y algunos de los productos eran realmente graciosos (la mayoría de Alemania, por cierto). ¡Cuando sea rica, volveré!

No sé si quedarme con estos vasos, decorados de forma tan realista y acertada…

(Forde)

… o con este molde para imprimir el rostro de la virgen María en mis tostadas.

Por lo demás, explayamos en la actividad trineística y de nieve en general, con varias rondas de carreras cuesta abajo y un trabajo de ampliación en la cueva de hielo el domingo por la mañana, y en el juego de cartas el sábado por la noche, al que siguió el genial invento de “pasar el cerdo”, un maravilloso juego en el que se tiran dos cerdos como dados, y dependiendo de las posiciones en las que caigan, se ganan o pierden puntos. Por lo que contaba Ronny, el origen del juego se basa en la tradición vikinga de tirar cerdos de verdad, pero no sé si me estaba tomando el pelo…

Lo mejor fue, no pensar en nada relacionado con el colegio en dos días, aunque al volver parecía que habían sido dos semanas, tenía la sensación de haberme perdido un montón de cosas, cuando en realidad todo… era nada (como diría Juanjo), así que valió la pena.

1 punto si caen los dos del mismo lado, 20 puntos si caen los dos de espaldas o de pie, 40 puntos si su punto de apoyo es la nariz, 60 si es la nariz y la oreja… Cada jugador puede tirar cuantas veces quiera, hasta que los cerdos caen cada uno en un lado y pierde todos los puntos de ese turno (lo que convierte el juego en arriesgado). Si los cerdos se tocan, el jugador vuelve a comenzar de cero, y si acaban en la posición mostrada en la esquina inferior derecha, extremadamente inapropiada para dos cerdos bien educados, el jugador es eliminado. ¡Gana el primero en llegar a 100!

Para quien quiera probarlo, el link del siglo: ¡pass the pigs online!

http://www.toptrumps.com/play/pigs/pigs.html