Como ya he dicho, mi blog es una forma de desahogarme, por lo menos hasta cierto punto. Y estos días no he estado del mejor humor posible, aunque ya me estoy recuperando otra vez, así que sólo un acontecimiento bastante divertido os ha salvado de otro post con un tono un poco más… oscuro.
Esta tarde estábamos sentadas a la orillas del fiordo, Romy (Holanda), Marie (Dinamarca), Meta (Alemania) y yo, haciendo deberes y disfrutando del buen tiempo tan increíble que nos está haciendo estos días, y que me da la sensación que no lo estoy aprovechando lo suficiente. ¿Os lo podéis creer? ¡Alrededor de veinticinco grados, el cielo azul como los ojos de ciertas personas, el sol calentándote la espalda, una suave brisa que viene del fiordo y el fiordo mismo con suaves olas que chapotean contra la roca!
El caso es que nos disponíamos ya a recoger cuando una súbita racha de viento se llevó algunos papeles de Meta y los dejó flotando en el agua. Cuando ella se dió cuenta de que se trataba de su recién terminado ensayo de Filosofía, se lanzó decididamente al fiordo y nadó con fuerza y valentía hasta las hojas y las rescató de la marejada, las olas salvajes y el terrorífico monstruo del fiordo, «Flekki». Esta anécdota me hizo recordar una acción de salvamento parecida, que también involucró Filosofía, aquella vez en forma de una profesor de filosofía que devolvió a Uli una cometa que escapó de su agarre… Parece ser que los filósofos son los que salvan las cosas en el último momento, y que la Filosofía es alo por lo que realmente vale la pena saltar al fiordo.
Ha sido bastante divertido, sobretodo porque el ensayo pudo ser salvado y no cuesta demasiado copiarlo en una hoja nueva. Además hemos decidido que Meta se merece una nota especialmente buena y esperamos que la profesora se la dé cuando sea informada del suceso.
A un relato gracioso le corresponde una foto graciosa, aunque la foto no tenga nada que ver con el relato. Esta foto la ha hecho Romy hace algunos días, cuando nos fuimos a dar un pequeño paseo siguiendo la carretera hasta que llegamos a una propiedad privada y tuvimos que dar la vuelta. Pero antes tuve que inmortalizar el tractor, que me recordó al personaje de uno de mis «pixis», esos libros cuadrados, de longitud perfecta, que Andrea solía leerme de pequeña y que constituyen uno de los símbolos de mi infancia. No podía ser de otra manera: se la dedico a mi hermano Uli, que ha sido quizá menos fan de los pixis y ha empezado pronto con los libros para mayores, pero que es definitivamente un fan de los tractores. No le digáis que se me ha olvidado mirar la marca.
En relación con esta foto, sólo quiero decir lo mucho que disfruto de la completa ausencia de presión social en cuanto a la forma de vestir. Como dijo sabiamente Fredrik, mi coaño de Suecia, aquí si quieres ser diferente, tienes que ser como el resto. Aquí cada uno tiene su estilo especial de vestir, muchos combinan las prendas más coloridas, otros muestran agujeros en las partes más extrañas, otros hacen «crunch». La mayoría llevan un calcetín de cada color, otros van completamente descalzos mientras aguanta el verano. Algunos van en albornoz (un albornoz muy elegante y masculino, hay que matizar) a los College Meetings y luego están los que se llevan la manta al cine. Yo me pongo la camisa de leñador de Juanjo y los calcetines de colores por fuera de las mallas, y os aseguro que no soy ni mucho menos la más excéntrica. Como mucho, desvío las miradas a mis pies.
Esto no quiere decir que no haya presión social en otras cuestiones. Lo hay, y mucho, y a veces viene bien y en otras ocasiones me parece inapropiado. Pero de momento llevamos demasiado poco tiempo aquí y todo el mundo irradia simpatía y amor hacia el resto del mundo. Me imagino que cambiará a lo largo del año…
Aquí os dejo, de mucho mejor humor.
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